10.8.12

Modos y modas

yer estuve en CosmoCaixa, en el nuevo Planetario. Por suerte o por desgracia no funcionaba el artefacto de 3D y me lo planteo así, sin decantarme, porque ya acabé bastante mareada sólo con mirar la pantalla semiesférica y la animación sobre la "Selección natural". Puedo decir que tal vez las imágenes que más me impactaron fueron las del "Beagle", que recrean el barco en el que Charles Darwin viajó durante creo que cinco años a partir de 1831. Las del fondo del mar me resultaron un poco como aquellos fondos de pantalla animados como de pinball o aquellos coralillos y pecios de acuario que dan más pena que otra cosa. Pero la recreación del "Beagle" es impresionante y hasta se molestaron en añadir los crujidos del bergantín sobre el mar en tempestad. Con la realidad virtual, la aumentada, los vídeos educativos de 3D y todo eso me pasa como con los diseños de las webs. La gente que posee los conocimientos tecnológicos tienen una cultura visual tosca, y los que tienen una cultura visual rica no se dedican a hacer webs. Dicho sea así de simplificadamente, cosa que es más descuidada que injusta y no puedo permitir que me robe ni un minuto de mi tiempo ni el de nadie. No he visto aún ni una sola web que me permita reconocer la menor emoción estética auténtica. Y, como ya he dicho alguna vez que otra, incluso la gran mayoría fatigan la vista y la atención y nos irritan. 
Pienso que mi desencanto encuentra sino consuelo sí una explicación en el hecho de que ha habido una ruptura entre quienes se dedicaban a hacer los "libros" y el diseño gráfico en general y los que se incorporaron a diseñar portales y páginas para internet. Pasó casi lo mismo en la transición del cine mudo al sonoro. La mayor parte de los tipógrafos que prepararon los primeros incunables procedían de la joyería y de la orfebrería, que es por lo que sabían fundir tipos metálicos pero también por lo que tenían un oficio que les permitió conseguir en las prensas unos trabajos que aún hoy son admirables y no tienen mucho que envidiar en excelencia tipográfica a los impresos del siglo XVI.  Por temor a despegarse del canon manuscrito y a no parecer arte diabólica, los incunables adolecen de la inercia impuesta por los escritorios medievales, pero luego la excelencia tipográfica difícilmente fue superada. 
La tosquedad y la profusión de recursos tecnológicos y animaciones es intolerable cuando hay tanta publicidad y tan entreverada con lo que no lo es que ya no sabe una qué cosa es publicidad y qué cosa es información, qué producto, qué servicio, qué una mera trampa para el incauto. Últimamente Youtube se ha llenado de tantos elementos de la pretendida "inteligencia colectiva" que en un sitio en el que yo había perdido muchos ratos casi sin darme cuenta ahora no aguanto más de cinco minutos.
Levanto acta de esta experiencia pero me doy cuenta de que lo que a mí me produce rechazo a otros les puede resultar atractivo y hasta emocionante. Lo mismo podría decir de esas tiendas de moda en que el volumen de la música es incompatible con lo que yo siempre había supuesto que era la atención comercial. Y eso que en Nueva York pude entrar en alguna tienda donde además de que la música estaba al volumen poco más o menos que el de una discoteca, había poca luz o era estroboscópica. Si la proyección de imágenes rápidas y holográficas en una pantalla semiesférica me marea, no les digo lo que me ocurre con la estroboscopía.
Otro día hablaré de mi experiencia en la nueva tienda de Apple en Plaza de Cataluña, que más que nada tiene relación con el tema de hoy en que me produce el mismo desencanto, la misma sensación de alienación y de no-lugar y me confirma que estoy como en otra dimensión. Mal comparado estaría como en aquellos dibujos de Saul Steinberg en que cada personaje está dibujado en la técnica que mejor le representa (puntillismo, caricatura, fauvismo, etc.).
De manera que aunque no me gustan demasiado los acontecimientos deportivos y solo hago el ejercicio que me permite mantenerme más o menos en buena forma, sí me gusta ver estos días alguna emisión de gimnasia rítmica, de atletismo o de natación sincronizada, por ejemplo. Aunque no conozco lo básico de estos deportes sí puedo apreciar que el trabajo coreográfico de las cámaras es excelente y que las proezas de los deportistas resultan realzadas. Nadie puede quedar indiferente a esas imágenes, aunque a veces también suponga ver sufrir a los que compiten supongo que porque algunos saben que no habrá otra vez.
Vi ya en la Copa de Europa de fútbol que se estaban poniendo de moda los besos de las novias o a las novias. Ahora las escasas pero miríficas 8 o 9 medallas que ha ganado España han sido todas ellas mordidas en el pódium, en otro gesto que no tiene más explicación que la del circo mediático puesto que de oro hay muy poco en las medallas y por tanto probar la autenticidad es inútil. Rafael Nadal incluso muerde (o hace que muerde) las copas. No veo  sin embargo ninguna foto de las 9 nadadoras mordiendo el bronce que hoy consiguieron en Londres en natación sincronizada. Chicas listas. Se dirá como cuando la lotería, cuando decimos que la gente hace el rídiculo dando saltitos y repitiendo aquello de "tapar el agujero", que los demás también querríamos hacer el ridículo, pero prometo solemnemente que yo nunca morderé una medalla.


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