30.1.13

Cada día tiene su afán



e visto muertos con mucho mejor aspecto que la anciana que cada noche bajan por mi calle en una silla de ruedas. Si algún día da el alma a quien se la dio yo creo que no podrán extenderla en decúbito supino porque su cuerpo está ya hecho a la silla de ruedas y algo espástico, rígido, contraído. Si se tiene paciencia se acaba una enterando de todo, y hace un año supe el porqué del misterio de la anciana que sacaban cada noche del geriátrico a las 9:15. Le hizo prometer a su hijo que pasara lo que pasara siempre dormiría en su casa de ella. Y cada noche la llevan a su casa llueva o truene, con una somera mantita como esas que antes se les echaba a los burros, pero de cuadros. Contra todo pronóstico, la buena mujer, que permanentemente tiene la mirada puesta en un punto indeterminado del cielo y la boca abierta en una mueca como de quien se va a pintar los labios, lleva por mis cuentas más de cinco años a remolque subiendo y bajando la cuesta de su residencia diurna. Es difícil concebir que dentro del centro hará otra cosa que lo que la permite seguir estando viva como  a tantos supervivientes. Pude saber lo de la promesa de su hijo porque hace un año ingresaron a una vecina mía, ya algo demenciada debido a su avanzada edad, cosa que le impedía llevar una vida normal no ya a ella sino a su familia. Claro que a estas alturas del párrafo detenerse a fijar, limpiar y dar esplendor una palabra como "normal" queda fuera de todo pronóstico.
Ayer al volver de trabajar, cosa que está empezando a no ser normal (y no solo porque cada vez somos menos los que disfrutamos de un trabajo sino porque las condiciones son extremas); ayer, digo, vi al pasar por La Clota un abeto con decenas de luces prendidas. Yo no sé cuando hay que retirarles las luces y adornos navideños a un árbol, pero me imagino que cuando tengan el tiempo preciso para poder hacerlo y que no hay que darle más vueltas al caso. Pero lo curioso no es que tengan el árbol por despojar sino que enciendan aún sus luces, porque más raro sería que las tuvieran programadas para que ellas autónomamente consumieran esa energía que pagamos a precio de oro, incienso y mirra.  Es la imagen del álbum hoy, donde hemos reparado en Mateo 6:34, cuando Manolo dijo aquello de: "Así que no os inquietéis por el día de mañana, que el mañana traerá su inquietud. A cada día le bastan sus problemas".
Ustedes se preguntarán llegados a este punto, si es que siguen ahí, cómo tenemos que reparar en algo así, que además ya está escrito, pudiendo reparar en los catálogos de primavera de Gucci, Louis Vuitton, Ferragamo,  Suárez, Kanebo, Damiani, Bulgari, ni que sea a través de la publicidad en los magazines para nosotros los mindundis. Por cierto que es bien curioso que la prensa en principio dirigida a los que no nos podemos ya ni permitir comprar diarios tenga tanto anuncio de lujo.   En una página tienes noticias sobre los sobres de Bárcenas o de Xavier Crespo o el caso Malaya, en la de al lado un andrógino de Hermès o una pequeña muestra de Byredo "Rose noir" o "Baudelaire" y la vista va del coro al caño y del caño al coro sin apenas tocar no ya la corteza de nuestra atención sino incluso algún valor moral que quedará por ahí ni que sea errático, desencarnado, tan vacío como dice Pep Guardiola que se sentía (?) cuando dejó el Barça.
Lo mismo que veo el carrito de la anciana de las 9:15, en cumplimiento de esa promesa que parece que el tiempo o el destino transformaron casi en una maldición, veo los carricoches de los niños cuando demasiado temprano los transfieren a las casas de sus abuelos. Veo los carros de los chatarreros, los carritos de las señoras que van al supermercado, las mochilas rodantes de los escolares, los maletines rodados de los agentes comerciales, los de los electricistas. Se diría que cada día tiene su afán pero también que cada afán tiene su carro y que de la misma manera que "si naciste para martillo del cielo te caen los clavos",  hay un carro para cada condición. Lo que aún no se ve mucho es gente con dos carros, pero seguro que los hay y los habrá. Lo que más se ve es que un cochecito de niño viejo o que un cochecito viejo de niño sirva para vender flores o calcetines a las gitanas. O uno de supermercado para otros menesteres. O un trolley para ir a la piscina. Un estudio de mercado llegaría a la conclusión de que hay que hacer carros que sirvan para dos cosas por lo menos: llevar al niño e ir a la compra, robar cobre y vender abanicos, etcétera.
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Se pregunta una a veces qué gracia tendrá jugar a las cartas, por un decir, cuando se sabe que tienes malas cartas? Cuando de niña jugábamos al tute y demás con los Domínguez en Castelldefels (a mi abuela le dejaban ganar alguna vez porque de otra manera se enfadaba), yo nunca nunca ganaba, ni con buenas bazas. Encima a la segunda tirada mi padre me decía, por ejemplo, "hala, saca el 8 de oros, que ya sabemos que lo tienes tú" y prometo que lo hacía no tanto por lucir su inteligencia como para señalar mi indecisión para usar la carta que él quería hacerme tirar.  Pero al menos tenía la gracia de ver como hacían triquiñuelas, alianzas y demás. Parecían los Borgia. Ahora no jugaría ni para pasar el rato y digo, pero por razones diferentes a las de Julio César, alea iacta est. O, si lo prefieren, "the game is over", maldita la gracia.


Foto de móvil la noche del 29 de enero (Barcelona)

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