2.2.13

El tres de oros

"Gitano, -a (de egiptano, por declararse los gitanos originarios de Egipto). 1 adj, y n. Se aplica a los individuos de cierto pueblo errante esparcido por el mundo y a sus cosas. Tienen características raciales y costumbres propias; tradicionalmente se dedicaban a oficios típicos como son la cestería y el tráfico de caballerías y a veces a cantar, bailar o dar otros espectáculos callejeros, y las mujeres a echar la buenaventura; en algunos sitios de España viven establemente; especialmente en Andalucía, donde están muy mezclados con el elemento popular.   Θ m. Ese pueblo. => Bohemio, calé, calorro, cañí, cíngaro, egiptano, flamenco, romanó Conde. Caló, gernanía, romaní, romanó. CANTE flamenco, CANTE jondo. Aduar  Agitanado Payo. 2 adj. y n. (n. calif.) Se aplica cariñosamente a una persona, especialmente a niños o mujeres, que tiene gracia para *atraerse la voluntad de otros. ·  También se dirige a las mujeres como *requiebro. 3 ant. Egipcio. 4. Inf. (n. calif.) Se aplica a la persona que actúa con engaño, particularmente en los tratos comerciales.
que no se lo salta un gitano inf. Frase con que se pondera lo buena, grande o *extraordinaria en cualquier aspecto que es una cosa"
(María Moliner, Diccionario de uso del español, 3ª ed.)

a máquina de escribir de María Moliner que se expuso en la Universidad Politécnica de Madrid el año pasado yo diría que es una Hispano Olivetti Pluma 22. Aún conservo mi Olivetti Lettera 32, una máquina portátil con la que pasé o perdí muchas horas y que solo abandoné cuando conseguí un ordenador portátil de segunda mano. Un portátil que pesaba casi 8 kilos. Se parecía mucho a un ejemplar de Unibit que he encontrado en internet, pero no estoy segura y el caso es que a los dos años de tenerlo lo revendí a un ginecólogo colombiano para comprar un portátil de la siguiente generación. Sí, confirmo ahora en el minuto 20:52 del programa que le dedicaron en RTVE en "Mujeres en la historia", que escucho mientras escribo, que era una Olivetti Pluma 22.
El vídeo que "escucho" me confirma también que su dedicación a su famoso  Diccionario de uso del español (1966-1967) se produjo como contrapartida -después de la guerra- a que ya no podía seguir desarrollando su labor como bibliotecaria, al menos a la altura de la que había llevado a cabo en sus misiones pedagógicas o en sus textos de biblioteconomía dirigidos a las personas que se hicieron cargo de las bibliotecas llamadas populares. Había sido expedientada y depurada como su esposo por el régimen franquista, pero encontró por así decirlo un resquicio por donde canalizar su vigor intelectual y ser útil. De su Diccionario se han hecho muchas consideraciones, algunas bastante exóticas, como las que se pueden encontrar en el artículo que le dedicó Gabriel García Márquez en "El País"; otras, dentro del abotargamiento anóxico de alguna celebridad de la lingüística. Se le retraen por ejemplo procedimientos considerados hoy en día poco "científicos", cuando en realidad a mi entender quedan plenamente justificados por su utilidad y por responder a un método sistemático, no a una manía errática y voluble, inconsistente. Seco ("María Moliner: una obra, no un nombre") acierta cuando pregona el sentido práctico de la lexicógrafa bibliotecaria.  No es un minucia tener un buen sentido práctico, un sentido de la obra bien organizada y, repito, útil. La inclusión de muchas voces botánicas en el DUE, por las razones que los lectores de este Álbum conocerán, lejos de parecerme una desviación enciclopédica impropia de una labor lexicológica, me lo hacen mucho más atractivo, útil y estimable.
Mañana voy a tirar la casa por la ventana y voy a asistir  a la representación de "El diccionario" en el Teatro Romea. Por alguna fotografía que he visto me ha parecido reconocer en el atrezzo la lámpara de la foto de hoy, con la pantalla verde, y el enorme atril sobre el que apoyaba su material de trabajo María Moliner. No son muchos los libros que son designados o conocidos por el nombre del autor (el Kempis por Imitatio Christi, el Harrison de Medicina Interna, el Catón de lecturas, el Dioscórides de plantas, el Czerny de estudios de piano). Y hasta donde yo recuerdo ahora no se me ocurre de ninguna autora ni escritora cuyo título haya cedido a su nombre. Paradójicamente, o tal vez no, su entrega al DUE fue no diremos que total pero sí entera y cabal, con el pulso sostenido de una labor fina de aguja, que no puede variar según tenga una el día o sople el viento. Fue metódica y tenaz.
Reparo en la máquina de escribir de María Moliner y también en la lámpara por lo mucho que han cambiado las mesas de trabajo y los medios para documentar un corpus lexicográfico, que ahora se hace con la ayuda de las tecnologías de la información y miríadas de asalariados recién salidos de las universidades pero con escaso recorrido vital.
No soy una nativa informática, por mi edad, pero el año 85 del siglo pasado ya trabajaba con un ordenador que era capaz de zarpar a un host situado en Colonia (DIMDI) a la velocidad de 300 baudios por minuto y consultar sus bases de datos con un lenguaje de comandos muy minucioso. Cinco años después tuve un módem de 3200 baudios, cuando ya se empezaban a hablar de las autopistas de la información, las ventanitas, un correo-e primitivo e internet.
En general todo me parece muy bien, especialmente lo que resulta gratis, a excepción de la ergonomía infame del ratón y el empeño de los que hacen cursos a distancia en hacer participar a la gente como sea. Ahora que se están poniendo de moda los MOOC (Massive Online Open Courses) que ofrecen muchas universidades a través de plataformas como Miríada o Open Culture, me veo atraída por algunos cursos y por la facilidad de inscribirse, de conectarse a la conveniencia de cada cual, y (¡sobre todo!) la de borrarse. Sin embargo me arredra de la forma más terminante toda la quincalla y matraca de chats, wikis, vídeos absolutamente obviables, fórums de opinión, blogs y demás que conforman el llamado campus virtual y su animación ya que para mí el estudio siempre ha ido asociado al silencio, la quietud, la concentración o a la escucha de alguien que se expresaba muy bien sobre un tema que conocía. Admitiendo que donde mejor encontraremos cómo cambiar las cuerdas de una guitarra es en Youtube (a falta de un luthier que nos lo explique en vivo y al lado), el abuso del multimedia me desazona. Especialmente porque tal vez ese despliegue va en detrimento de los buenos textos.  Todo no puede ser.
Me acordé hoy de la cartomancia para el 3 de oros, el naipe que encarna la unión de la voluntad, el conocimiento y la acción (lo que se desea, lo que se sabe, lo que se hace, en las palabras de J. A. Portela). Será o no será así, pero la sensación de escribir exactamente lo que se piensa o la concentración que se tiene cuando se trabaja con las manos, o se dibuja o se haga lo que sea, no puede ser mejorada. Al menos por ahora.

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