20.5.13

Olor de multitudes

"J'aurais dû ne pas l'écouter, me confia-t-il un jour, il ne faut
 jamais écouter les fleurs. Il faut les regarder et les respirer. 
La mienne embaumait
 ma planète, mais je ne savais pas m'en réjouir. 
Cette histoire de griffes, qui m'avait tellement agacé,
 eût dû m'attendrir..." (*)
Antoine de Saint-Exupéry, Le pétit prince



l lío que hay entre *loor de multitudes y olor de multitudes, que es la forma admitida como correcta, me hace vacilar a la hora de encajar el título, pero ahí queda eso. Ayer en el Parc Cervantes había miles de rosas, aunque yo diría que no es la mañana la parte del día óptima para realzar su olor. En abril empezaban a haber algunas, aunque -como dije- los letreros parecían esperarlas como a invitadas a un banquete. Ayer había ciento por una, miles, una infinidad. Y las rosas aromáticas, que están justo a la entrada del parque, yo diría que estaban en su esplendor. También entre las que se muestran con ocasión del 13è Concurs Internacional de Roses Noves había un ejemplar que se ha destacado por su aroma.
Hace veinte años estuve, como siempre que vuelvo a Galicia, en Santiago. En aquella ocasión visité el Monasterio de los Padres Franciscanos, en el centro histórico de la ciudad. Ahora es un hotel de cuatro estrellas, cuando yo fui quedaban en la casa 4 hermanos. Mi intención era ver la Biblioteca, pero el hermano o padre que me recibió -que recuerdo que era un latinista que daba clases en la Universidad- no me mostró la Biblioteca y a cambio me mostró el jardín. El recelo de las órdenes monásticas por preservar sus fondos bibliográficos y archivísticos de la mirada y de las manos ajenos no era ya por aquel entonces para mí ninguna novedad. Así que acepté el cambio resignadamente y como gesto de que se me quería ofrecer una alternativa inmejorable para todos. El jardín rodeaba gran parte del perímetro del Monasterio, que no es pequeño y que no hará falta decir que tenía agua propia. Un alto y grueso muro de piedra guarecía miles o tal vez millones de rosas todas rojas y rosadas allí amparadas. Me sentí un poco como Scrat, la ardilla de "Ice Age" (2002), cuando cree estar en el cielo, todo lleno de bellotas. Era un día de julio y Santiago puede ser muy caluroso, pero allí las rosas estaban como huríes. Compostela tiene un microclima y allí dentro había otro microclima.

El olfato pienso que de los cinco o seis sentidos que tenemos o que nos tienen, es el menos educado pero no el menos poderoso. Desde el 5 de mayo hasta el 5 de  junio se celebra en el Palais de Tokyo en París una exposición sobre Chanel número 5. La encabeza una frase de Marcele Haedrich, "Coco Chanel", la inspiradora del célebre perfume de 1920, que reproduzco tal cual está en mayúsculas: “I BELIEVE IN THE FOURTH DIMENSION, AND IN A FIFTH […]. THIS STEMS FROM THE NEED TO BE REASSURED, TO BELIEVE THAT ONE NEVER LOSES EVERYTHING AND THAT THERE IS SOMETHING HAPPENING ON THE OTHER SIDE.” De hecho a Coco Chanel le recordaba a su amor fallecido en un accidente.
Mucho se ha hablado del Chanel n. 5, que si Catalina de Rusia que si Igor Stravinsky, que si los aldehídos. Pero pienso que cada cual hace con este perfume su propio perfume, no solo porque el olor se lleva en la piel que, como dijo Paul Valéry y los homeópatas, es lo más profundo, sino porque atrae partes de la atención que luego no sé adonde regresan. Es desconcertante ver como se fraguan el sándalo, la vainilla, el jazmín y la rosa. No conozco bien el aroma del ylang-ylang (Cananga odorata), otro de sus componentes, con esos pétalos rizados como los de las madreselvas. Por lo tanto no lo distingo. Hay días que percibo bien el jazmín, otros el sándalo, y a lo mejor lo que predomina es esa planta cuyo nombre es tagalo. Y  desconozco si su olor es condensado y cálido, o si es como el de la rosa, que huele a sombras, lianas intactas, al corazón de un laberinto oculto y demás sinestesias referentes a una pequeña corriente de aire como la que desplega el sépalo de una flor y que ni consiguiría menear una brizna de paja seca, que parece como un silencio entre notas pero que gravita. Es inútil buscar el olor secreto de las rosas en las pepitas de las manzanas, cuyos árboles son también rosáceas, como si pudiéramos atrapar la esencia concentrada en las semillas. No.

Curiosamente, o no, eso que se suele decir de que el sentido del olor queda saturado cuando ha olido varias cosas, esa afirmación falla ante algunos olores. Me estoy acordando de una fosa séptica que teníamos en el Hospital de Bellvitge, que cuando se desbarataba no había quien pudiera soportarla por rato que pasara. También pienso en el Chanel n. 5, al menos para quien lo lleva puesto. Y pienso en la mañana de ayer, cuando estuve oliendo muchas rosas sin menoscabo de mis escasas propiedades olfactivas. Por eso, no por otra cosa, claro, estuve en olor de multitudes.

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(*) "No debí haberla escuchado -me confió un día-; nunca hay que escuchar a las flores. Hay que mirarlas y aspirar su aroma. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no podía gozar con ello. La historia de las garras, que tanto me había fastidiado, debía haberme enternecido".

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