22.7.13

Las sorpresas (3)


"[...] es que la obra la voy comprendiendo más a medida que avanza o que me hago ahora más cargo de las bellezas del natural y pinto, mejor o peor, pero haciéndome gozar más la contemplación del bendito sol, que amo más cada vez, aún comprendiendo la pobre miseria de los colores"
"[...] Yo lo que quisiera es no emocionarme tanto, porque después de unas horas como hoy, me siento deshecho, agotado, no puedo con tanto placer, no lo resisto como antes, es que la pintura cuando se siente es superior a todo; he dicho mal, es el natural lo que es hermoso"
Sorolla a Clotilde, 1918 (*)

ace muchos años, cuando la boda de la Infanta Doña Cristina, pareció crearse una especie de rivalidad entre ella y su hermana, una rivalidad que se inventó en las calles y pienso que se quedó allí, como se quedaría la supuesta rivalidad entre Raphael y Serrat, o Julio Iglesias y Lluís Llach. Parece que por aquí se simpatizaba -porque no lo duden que era cuestión de simpatías- con Cristina de Borbón, fuera porque vivía en Barcelona o por haber emparentado con un medio vasco o por lo que fuera. Hace un par de años me explicó una porteña de origen italiano que allí en Buenos Aires los apellidos italianos eran vulgares y, por supuesto, los gallegos, pero lo mejor que se podía tener era un apellido vasco. No sabe una a qué atenerse porque no hay que fiarse mucho de lo que cuentan sobre su propio país la mayor parte de personas a los que se está dispuesto a oír. De hecho pienso que ese minuto de gloria que tienen algunos de poder hablar de lo que vieron en sus viajes o de hablar durante sus viajes de lo que les pareció ver en su propio país hay que ponerlo en cuarentena. Los que ya tienen una edad se acordarán de "Los Chiripitifláuticos" (1966-1976) y en concreto del Capitán Tan.  Los Hermanos Malasombra decían de él que era un pelma y era cierto, todo lo que da de sí alguien que empezaba todas las frases diciendo En mis viajes por todo lo largo y ancho de este mundo... Al lado del pelma vivido y viajado tenemos el que aprovecha la menor oportunidad para colocarnos sus leyendas urbanas y rurales, las bolas y agravios. Sea cuando viaja, sea cuando recibe al viajero desprevenido y le explica de la misa la mitad. Como en otras cosas, habla quien no sabe y quien sabe calla.

Vasco. Bah, no sé, al final todos los ricos se parecen tanto que lo que más pesa no es donde nacimos sino los posibles. Por aquel entonces dije en un par de ocasiones que si yo me hubiera visto en el compromiso de pasar mis vacaciones con los duques de Lugo o con los Urdagarin, sin ninguna duda hubiera elegido a Doña Elena y Don Jaime. Por parecidos motivos si tuviera que elegir entre pasar mis vacaciones con Dalí o con Pissarro elegiría pasarlas con Pissarro. Claro está que esas son hipótesis que dan mucho de sí pero que no llevan a ninguna parte. Lo que no estoy muy segura es de si preferiría ser tigre o elefante. Hay cosas que no las tengo tan claras como otras, y eso siempre moviéndonos en el territorio de las hipótesis, ya no digamos en el de las tesis y antítesis. 
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Por la calle de Alcalá pero sin los nardos apoyados en la cadera reparé en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, porque recordé que allí había dado clases un pintor compostelano que veraneaba en Finisterre desde temprana edad. Manuel López Garabal. Había una exposición de fotografías de Rafael Sanz Lobato, pero al margen de todas las que se han orquestado en torno a PhotoEspaña 2013. Se ha convertido en un lugar común preguntarse el porqué del éxito de Cristina García Rodero, que es algo posterior a Rafael Sanz, porqué no tocó por igual ni tanto la obra también documentalista del sevillano. Pues, como les venía diciendo, esas preguntas y ya no digamos sus respuestas no van muy lejos.  
La exposición es magnífica y en una entrevista que se nos brinda el fotógrafo como parte del recorrido nos explica su trayectoria, y que se escapaba de Madrid, donde vive afincado desde los años 40, si mal no recuerdo. De ahí "Bercianos de Aliste", "La caballada de Atienza", "La rapa das bestas", o el "Auto sacramental de Camuñas". Como es sevillano tiraba para Zamora. Pero, claro, en el marco de lo sorprendente, son suposiciones, conjeturas. Explica durante la entrevista que era imposible hacer fotos en Madrid con tanto coche. A lo que habría que añadir: y papeleras, y todo ese mobiliario urbano que incomprensiblemente interfiere incluso en el punto de mira de edificios de una perspectiva tan limpia como el Palacio Real, en la Plaza de Oriente. Habida cuenta de que tiene que haber papeleras (supongamos que sí sin más), ¿no podrían dejar de estar entronizadas? El Palacio también real de Aranjuez no sé si es mejor o peor, pero han tenido el buen gusto de que tenga su plaza de armas sin ningún elemento que no fuera original, con esa piedra blanca de Colmenar que contribuye a que nos parezca estar ante un espejismo bajo el sol mesetario más inclemente. Si hay que poner en duda los palacios, también habrá que poner en tela de juicio las papeleras. Y que a la chita callando se vayan retirando tantas fuentes también merece capítulo aparte.
Mi aversión a los automóviles deja los textos de Agustín García Calvo a años luz y a decibelios pulpo de lo mucho que los aborrezco. Ni siquiera me veo explicando los motivos. Hay una foto de Rafael Sanz en la que aparece un Seat 600. En realidad Rafael Sanz aparece en la fotografía, pero la foto la tomó Carlos Miguel Martínez, el fundador de La Colmena, el grupo al que pertenecían. Por el contrario en la obra de Dalí hay más de un coche. Recuerdo el Cadillac que hay en el museo de Figueres con una especie de venus de Willendorf sobre el coche, a cambio del emblema de la escudería o a favor del método paranoico-crítico daliniano, por el cual no tengo ninguna duda de que el automóvil es el puntal del erotismo llevado a su cenit también paranoico-crítico.
Si alguien tiene la necesidad de que le detalle mis motivos para preferir ir de vacaciones con Doña Elena que con Doña Cristina, con Pissarro y no con Dalí, o que le explique porqué aborrezco los coches o que le amplíe la cosa de las papeleras, no tiene más que decirlo.

Palacio de Oriente (Madrid)

(*) De un plafón en la Casa-Museo Sorolla.

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