31.8.13

Las habilidades mundiales

"El valor de la obra de los escritores lo concede
 en exclusiva la sociedad a través del consenso"
Javier Goma Lanzon [sic]


"Un país habrá llegado al máximo de su civismo cuando en él
 se puedan celebrar los partidos de fútbol sin árbitros"
José Luis Coll

or variar hoy abrimos el post con dos citas y no con una. La segunda es para compensarles por la primera, que es indigerible. Siempre he pensado que las comillas, los paréntesis y los guiones eran insuficientes para acotar o destacar una frase o inciso torpe. Este ejemplo, el de la cita que empleo para abrir el post, es el paradigma de esos casos en que haría falta algo más. Hace años me quedé corta en mi análisis de la extracción social de los escritores, que entonces eran en su gran mayoría universitarios, o al menos los considerados consagrados. En un error de base no tuve visión para adivinar que como el marqueting estaba calando en toda la sociedad, no había que perdonar el mundo de la edición. Otra cosa, y muy penosa por cierto, es tener que aguantar que los MBL (Master in Business and Literature) pasados por el IESE o postgrados de Badson u otras escuelas de negocios, empañen con su lenguaje competitivo y condrictio el quehacer literario. Y así encontramos la palabra consenso inopinadamente en la cabecera de un artículo en la prensa global y en su suplemente literario, como si Horacio no hubiera existido nunca. Y me refiero a Quinto Horacio Flaco, no a un fichaje futbolístico paulistano.
Las habilidades sociales de los poderosos y su séquito de aduladores funcionan por el mismo tipo de fricción (Asinus asinum fricat) o presión... o parecidas, por las que funciona cualquier negocio en este mundo a veces tan bonito y otras tan cruel. El mundo literario no solo no está libre de todo esto sino que se nos quiere hacer creer que es eso. Y no lo es. Pero extrapolando, que algo queda,  las "habilidades sociales" se pueden considerar a un nivel más amplio hasta alcanzar precisamente el mundo entero, los confines de la Tierra.
La candidatura de Madrid ("fiable, segura, austera") para las Olimpiadas  del año 2020 no es cualquier cosa. Lo que va de que Madrid sea nominada el próximo 7 de septiembre sede olímpica a que no lo sea es mucho. Todos los que vivimos en Barcelona sabemos cuanto cambió la ciudad con la elección. Se revalorizaron automáticamente casi todos los pisos, en cuantito Pasqual Maragall acabó de dar saltitos, cosa  de una cuarta parte el kilo o el metro cuadrado. También se abrió la veda a un género de negocios que en resumen clasificaremos como indecorosos por no meternos en camisas de once varas o XXL.  En un anterior post adelantaba que hablaría (sí, "hablaría") de Enrique III de Inglaterra. Y es que fue este rey, quien al conceder al pequeño municipio de Scarborough el privilegio de realizar una feria entre la Asunción y San Miguel (15 de agosto-29 de septiembre), favoreció este pequeño lugar costero de Yorkshire y quien sabe si no fue gracias a todo ello por lo que tuvimos una canción tan bonita como lo es "Scarborough Fair". Este rey también promovió muchos negocios con la Liga Hanseática, que ahora desde aquí abajo nos suena a algo esotérico, pero que fue una fuerza marítima y gremial báltica que enriqueció a muchos comerciantes de varias naciones. Cuando yo pude visitar Lübeck (Lubeca en español) el verano de 2011, me quedé de pasta de boniato y con piel de gallina y ojiplática porque aún había evidencias de aquella prosperidad y la guerra mundial no había arrasado sus edificios medievales como sí ocurrió en otros lugares de Alemania. Después, por varios motivos, el menor de los cuales no fueron las disensiones por los intereses de cada hansa o, por lejos que parezca, el descubrimiento de América, Lübeck perdió su vigor. Ahora el puerto más importante de Alemania es el de Hamburgo.
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A veces me acuerdo de Lübeck cuando observo, ya con una cierta crispación y cansancio, algunos razonamientos lógicos que nos brindan un día sí y el otro también las filas y cadenas de independentistas:

En realidad, por lo que he leído yo en Sermos Galiza el titular no sería que "Una familia rechaza un trabajo en Galicia para que su hijo no tenga que aprender el gallego" sino que "Una familia depone un trabajo en Galicia porque a su hijo no se le garantiza la enseñanza del castellano". Por si no fuera suficientemente sesgado el titular pueden acudir a los comentarios, en donde se tacha al matrimonio de "fascistas españolistas", cuando en realidad a poco pensemos es simplemente gente sensata que piensa de qué le servirá a su hijo la lengua gallega fuera del territorio de Galicia. El comentario (de la cuenta de Facebook) es otra muestra de esas faltas a la lógica que aquí nos gusta recoger, porque en Alemania me figuro que la Constitución les garantiza a sus ciudadanos que reciban una enseñanza que vele por la cohesión del Estado y que responda a la lengua propia y oficial de sus habitantes. Es decir que por una parte se supone que en Galicia los niños tienen el derecho y el deber de aprender castellano y en Alemania no; y, por otra, el alemán es una lengua que -siempre según la Wikipedia- hablan cosa de 180 millones de personas. Podría añadir una tercera cuestión que nunca quiero relegar: el alemán es una lengua asentada, mientras que el gallego está a merced de sus políticos lingüistas o sus lingüistas políticos. Hace unos 10 años, si mal no recuerdo, lo preceptivo era decir "gracias". Luego se decidió que no, que lo preceptivo era decir "grazas". En general, sin entrar en más detalles, lo que yo estudié en la Facultad el año 1990 más bien me resultaría contraproducente si ahora quisiera retomar mi competencia gramatical en gallego. Sin descartar que habrán variantes dialectales del alemán, como las hay en todas las lenguas europeas oficiales representadas en la UE, es indudable que los alemanes tienen una lengua que responde más o menos a la realidad.
Comparaciones como las que hoy he intentado acercar mínimamente son el pan nuestro de cada día y el dánosle hoy en Barcelona. Por transversalizar el tema, los modelos de los separatistas catalanistas han venido siendo Israel, los indios norteamericanos, Quebec y Escocia y hasta Paquistán, sin entrar en detalles, según soplaran las noticias en las décadas que llevo vividas e interesara invocar una imaginario u otros. Les aseguro que es un tema del que yo ya no quiero hablar a no ser con personas con las que es fácil entenderse en cualquier caso. Advierto además corrientes de irracionalidad, insultos y una burricie de la que no tenía idea hasta que el rencor y el adoctrinamiento escolar se han manifestado con toda su fuerza. Es muy triste. Lo que necesitamos es que Cataluña vuelva a ser  industriosa y creativa. La miseria solo trae miseria.
Pero no es del derecho a decidir ni de nada de lo que lo rodea de lo que quiero hablar. Ya dije y repito que me parece más que legítimo el anhelo de ser independiente y libre. Yo lo soy todo cuanto puedo. No, lo que yo hoy traía aquí es la cuestión de las "habilidades mundiales" que permiten que el poder se vaya trasladando de unos puntos del mundo a otros, de acuerdo con alianzas más o menos visibles o tácitas. Ustedes ya han visto lo que ocurre en los bufetes o bufés libres cuando aparentemente hay comida para todos, pues ¿qué no pasará cuándo no la hay?


"Felix, Gladys and Rover" (Elliott Erwitt, 1974)

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