9.10.13

El doctor Dou y el pintor Fortuny



l Jardín Mercè Rodoreda que he conocido hoy parece que abrió sus puertas al público el año pasado, en la Casa de Convalecencia. He pasado muchos ratos en el segundo piso de la Casa, ya que durante muchos años se accedía por allí a la Biblioteca de Catalunya, hasta que se reformó lo que había sido el Antiguo Hospital de Sant Pau (el primero, ya que vamos por el tercero). En resumen pues, donde antes estaba la puerta de acceso para los usuarios de la Biblioteca de Catalunya, ahora se encuentra la sede del Institut d'Estudis Catalans (IEC). El edificio se considera tardorenacentista y aunque tal vez lo más llamativo sea el "arrambador" de cerámica vidriada no lo es menos la armonía del patio y del claustro. 
Este nuevo elemento, el jardín colgante, ha sido para mí una sorpresa muy bonita. El hecho de que reciba el nombre de Mercè Rodoreda, podría sembrar algo de confusión con los otros jardines del mismo nombre, en Sarrià y al cuidado del Ayuntamiento. Éstos últimos no los conozco y por lo tanto sólo me referiré al del IEC, en la primera planta con acceso detrás de la estatua de San Pablo que preside el patio y bajo el reloj que adorna una Purísima pequeña. De todo ello he intentado sacar unas fotos que he podido hacer con el móvil y que para mi gusto han quedado francamente mal. Pero de acuerdo con el post anterior, haciendo acopio de paciencia y humildad, asumiremos que esto es lo que se pudo hacer. Y es que a pesar de que la noticia que enlazo refiere que el jardín abriría sus puertas al público los viernes, en contradicción con esta noticia hoy el conserge que hay en la recepción me ha asegurado que solo se puede acceder al edificio cuando -como es el caso mío hoy- hay que realizar allí alguna gestión o acudir a algún acto de los que en la sala mayor se reciben.
A la entrada hay un letrero donde se nos explica que el jardín debe su nombre a la escritora, que hizo depositario de sus derechos de autor al IEC. Un letrero en la puerta nos dice: "Contiene una muestra de las flores preferidas de la autora. las cuales aparecen a menudo en sus obras: camelias, pelovelles [esp. pamplinillas, esto es Cerastium glomeratum],  cinerarias, granados, glicinas, jazmines reales, mimosas, acacias blancas, nenúfares..." Nenúfares no vi, pero sí de todo lo demás. No es la mejor época para la glicinas, por las que se le da al pequeño jardín el nombre de "colgante", pero sí para los jazmines y para los granados enanos, que mostraban alguna flor y muchos frutos.
Si se hiciera en la Francia un jardín parecido con los gustos botánicos de Marcel Proust precisaría tal vez un territorio descomunal. A cuento de los escritores y las flores me gustaría contarles aunque sea mal una pequeña anécdota. Y fue que una vez en Madrid paseaban dos escritores, uno de ellos un modernista, tal vez Rubén Darío, el cual le preguntó al otro por el nombre de unas flores de un estanque. El interlocutor, ni corto ni perezoso, le respondió poco más o menos, "es esa flor que sale en casi todos sus poemas".
Otra anécdota: Cuando yo aún estudiaba Biblioteconomía y Documentación era directora de la Biblioteca de Catalunya Rosalia Guilleumas i Brosa, cuya presencia era al menos para mí impresionante. No tanto por su complexión, que también, como porque tenía un no sé qué noucentista que le daba un cierto imperio y peso, gravedad. Pero eso duró hasta el día en que coincidí con ella en una droguería que había en la calle del Doctor Dou haciendo esquina con Pintor Fortuny. Cosa que venía a mi entender muy al pelo porque se estaba comprando un tinte capilar. Por lo tanto aquella melena blanca que infartaba al más templado era más que quimérica química. Fin.

P.S.: Y, como no, no faltó la colometa, como en La plaza del diamante.
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