1.11.13

Bachiana brasileña #5

Escribo
hablando
Blas de Otero, "Poética"


n día, de esto hace mucho, trajimos otro poema de Blas de Otero, "Palabra viva y de repente" y en por lo menos una ocasión dejé dicho que lo peor de todo no es los que no escriben como hablarían, sino los que hablan como se supone que se escribe.  No sé si me explico. El tema tiene teclas vecinas al de los textos que tienen aquel qué que busca el encuadre de cita. Hay novelas de las que no solo se pueden extraer una infinidad de citas sino que incluso se ha hecho. Esto ha ocurrido con Oscar Wilde, con Marcel Proust y con muchísimos autores. Otros consiguen una atmósfera tan poderosa como inaprensible y no se dejan citar. De la misma manera que aquella música que no se puede silbar, hay textos que eluden todo intento de que se les destroce o despiece a pesar de su calidad. O tal vez por su calidad.
También hay autores que no quieren hablar sobre lo que escriben, o muy poco. Si yo fuera una escritora sería de este parecer. De ese parecer y de ese ser. Pero de vez en cuando, y siempre sin salir de las cuatro paredes de mi blog, tengo que justificarme o dar a entender que sé lo que me hago. Gustará o no gustará pero sé lo que me hago. Por regla general la escritura es el medio por el que reúno una cadena de ideas, sentires y circunstancias, con la excusa de una imagen que a veces me lleva un buen rato elegir. Debo reconocer que, con la salvedad de algún post bien documentado, me suele llevar más tiempo encontrar la fotografía que escribir propiamente. Y ustedes deberían creer a pie juntillas que el post forma un todo y que está escrito de una vez. Sí, a veces hay que repasar, porque se cuelan errores gramaticales, horrores de mecanografiado y código espurio, pero el post es una "unidad de destino" o de tiempo. Si a esto se añade que no es obligatorio leer lo que escribo, que lo puede leer quien quiera, ya tengo medio post dicho.
Por lo demás desde sus orígenes enciclopédicos hasta que lo convertí en una especie de scrapbook, siempre he perseguido que fuera un espacio personal. Sé que aunque en un origen los blogs -tal y como lo decía por lo menos entonces la Wikipedia- eran webs personales, con el tiempo se han convertido en espacios cooperativos, institucionales, e incluso algún blog hay (por no decir muchos) en que los contenidos no son personales, sino que son un mero volcado o incrustrado de contenidos de otros lugares. Me parece lógico que se halla aprovechado una tecnología tan versátil y tan libre para lo que les estoy diciendo, pero lo que es aquí mantenemos la idea de que tiene que ser un espacio personal, aunque no sea privado o privativo. Ya tengo adquiridos demasiados compromisos a veces, como todo el mundo, en otros terrenos de la vida diaria.

Se han emitido o se van a emitir en el Reino Unido unos billetes de 10 libras conmemorativos del bicentenario de Pride and prejudice, de Jane Austen. Así que estos billetes substituirían los de Charles Darwin. Jane Austen murió el año 1817 y no se sabe bien de qué, pero en cualquier caso al principio de una carrera literaria brillante. Y sin embargo se explica que en su casa, que hoy se puede visitar en Chawton, Hampshire, parece ser que tenían los goznes de la puerta por donde entraban los extraños sin engrasar, al objeto de prevenirla -mientras ella escribía- de las visitas y hacer como que estaba haciendo alguna labor de costura, más propia de su género y su clase social en aquel tiempo. La condición de la mujer en el siglo XIX es algo que no hay que olvidar, pero no porque no se hayan superado determinados orgullos y muchos prejuicios, sino porque éstos han encontrado e irán encontrando sitios donde anidar sus inmundas larvadas ideas, a menudo sutiles, inadvertidas por la costumbre. El famoso techo de cristal existe. En mi opinión aún hay más que resabios de machismo en la sociedad llamada occidental, pero no es el tema de hoy.
Otro escritor del que me acuerdo muchas veces es Stefan Zweig. Tal vez su autobiografía, junto con la de Isadora Duncan, son las que más me ha conseguido interesar de mi colección, que no es pequeña. En El mundo de ayer es posible que no podamos reconstruir de una forma exhaustiva e histórica la locura de Europa en el segundo cuarto del siglo pasado. En el libro sin embargo podemos ir apreciando el desmoronamiento de la esperanza de Stefan Zweig por un lado y por otro la prudencia en sus palabras ante los hechos que iban discurriendo ante sus ojos y para sus oídos. No recuerdo bien ni siquiera en lo fundamental quien protegió su vida y su carrera, ya que era austríaco y judío, pero sí recuerdo que pasó unos años muy difíciles hasta que irremediablemente tuvo que irse a Petrópolis, en Brasil, con su tercera esposa si mal no recuerdo. Allí, a pesar de ser tratados con una hospitalidad verdaderamente gratificante, además de merecida, Stefan Zweig y su esposa decidieron suicidarse un día del año 1942, poniendo fin a su sufrimiento. Un año y medio antes por semejantes razones se había quitado la vida Walter Benjamin. Zweig dejó escrita una carta que se conserva en la Biblioteca Nacional de Jerusalén, junto con otros documentos (*).
Zweig había sido un coleccionista de manuscritos, autógrafoas y hológrafos de personajes del mundo del arte y la cultura, y estoy casi segura de que perdió gran parte de su colección y no de una vez sino en un penoso proceso en el que no se puede descartar la fuerza, su propia penuria económica y cualquier otra calamidad de las que tanto abundaron en sus Momentos estelares de la humanidad. El hecho de que alguien que conocía los avatares a los que se veían sujetos los documentos privados dejara su legado a la Biblioteca Nacional de Jerusalén, cuando no era ni mucho menos sionista, a mí me da qué pensar, pero siempre desde la ignorancia, claro. Tal vez pensaba que el futuro sería aún mucho peor de lo que ha sido, con un delirio nacionalista mundializado. Esta cuestión, con todo lo grave que es, no me llega tanto como la certeza de lo mucho que calló. Su silencio, tal vez para proteger a otros judíos que no contaban con sus recursos, es para mí tan impresionante y conmovedor como lo puede ser cualquiera de sus bellísimos textos.
Siempre que escucho la bachiana número 5 de Heitor Villalobos me detengo, no puedo hacer otra cosa más que escuchar, y me dejo envolver por su belleza y por el consuelo de que Zweig también pudo escucharla, ya que el compositor brasileño la escribió el año 1938. Al final del post de hoy, víspera de Todos los Santos y los Fieles Difuntos, les propongo el recuerdo de Jane Austen y Stefan Zweig en la primera versión grabada (1947), por la soprano Bidú Sayão.

Carta de Jane Austen fechada el 24 de septiembre de 1815 




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(*)

“Declaração”

Antes de partir de la vida, con pleno conocimiento, y lúcido, me urge cumplir con un último deber: agradecer profundamente a este maravilloso país, Brasil, que me ofreció a mí y a mi trabajo una estancia tan buena y hospitalaria. Cada día aprendí a amar más este país, y en ninguna parte me hubiera dado más gusto volver a construir mi vida desde el principio, después de que el mundo de mi propia lengua ha desaparecido y Europa, mi patria espiritual, se destruye a sí misma.

Pero después de los sesenta se requieren fuerzas especiales para empezar de nuevo. Y las mías están agotadas después de tantos años de andar sin patria. De esta manera considero lo mejor, concluir a tiempo y con integridad una vida, cuya mayor alegría era el trabajo espiritual, y cuyo más preciado bien en esta tierra era la libertad personal.

Saludo a mis amigos. Ojalá puedan ver el amanecer después de esa larga noche. Yo, demasiado impaciente, me les adelanto.
Stefan Zweig

Petropolis 22. II. 1942

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