21.5.14

Una de las avestruces del zooilógico de Barcelona

El domingo quise ir a ver las raras aves del zooilógico de Barcelona, ese lugar que nunca debería haber existido. Aunque debo decir, en su favor y en el mío, que su existencia me ha permitido ver una avestruz (hay tres, dos hembras y un macho) de cerca.
Por mucho que la BBC y National Geographic o los vídeos de Youtube nos proporcionen un montón de imágenes, nada hay como el natural. 
Verán que en las fotografías hay además de una de las avestruces, unos pocos pingüinos Humboldt -mucho más pequeños que nuestro Ping, un pingüino emperador-, pavos reales y flamencos. Si se ve alguna paloma es porque las pocas que van quedando en Barcelona han descubierto que allí hay comida y no solo pan duro o el papel desaprovechado de las magdalenas.
La vida de los animales del zoológico raya la infamia por no decir que está directamente dentro de la infamia. Y eso sin contar con los sotanos que, perdón por el oxímoron, salieron a la luz hace un par de años por una campaña de la Asociación Animalista Libera! y la Fundación Franz Weber. De la misma manera que antiguamente se hacía un movimiento doméstico para guardar la ropa que no era de uso en la estación al caso, el zoo tiene una especie de rotación de animales que hace que no siempre tengan "expuestos" todos los ejemplares y que una gran parte estén encerrados en unas mazmorras insalubres que contrastan con el celo con que se defiende el toro de lidia o los animalitos que se vendían en las Ramblas hasta hace bien poco.