8.7.14

La séptima vida


"L'attention est la forme la plus rare et la plus pure de la générosité"
Simone Weil

upe ayer que el domingo cerraron la sala multicines Lauren Horta, la última sala que quedaba en el barrio. Del distrito de al lado, Nou Barris, sabemos por el libro del cronista Roberto Lahuerta, que cuenta con 15 cines. Pienso que yo llegué a visitarlos todos en su momento. Y aunque las noticias sobre el libro no mencionan sus nombres yo recuerdo algunos: Victoria, Río, Diamante, Virrey Amat, Turó. No sé si el cine Unión era del distrito de Horta-Guinardó o de Nou Barris, los recuerdos se pierden ahí. En Horta-Guinardó hubo el del Centro Parroquial de Horta, el cine Dante y el cine Maragall ambos en el Paseo Maragall. Para la historia del Maragall les remito a un post muy bien documentado y mejor escrito de Ricard Fernández Valentí (Memorias de un bibliófilo VI). Según Fernández el Maragall se cerró el 4 de noviembre de 1985.
En el cine Venecia (calle Dante) luego (¿1987?) se alojó el Salón del Reino de los Testigos de Jehová hasta que el año 2012 pasó a ser la Iglesia de Cristo, donde cada domingo atrae un gran número de filipinos. En chabacno el nombre es Iglesia ni Cristo, donde "ni" es la preposición "de" en tagalo. Todo ello según la wikipedia, claro está. Probablemente poca gente ha oído hablar de esta Iglesia de Cristo, que tiene su página web en http://iglesia-de-cristo.org/. Aunque allí se lee que: "La cabeza de la iglesia no es nadie más que el mismo Jesucristo (Efesios 1:22-23). Cada congregación de las iglesias de Cristo es autónoma y solo la palabra de Dios nos une en una sola fe (Efesios 4:3-6)", tengo noticias de que sí hay cabezas visibles. Estoy pensando en los Manalo de Filipinas. Pero establecer como está organizada o financiada esta secta que está no solo en Filipinas sino en los 5 continentes, a pesar de que reúne a millones de fieles, no consigue retar mi habitual indolencia.
Siempre que fui al cine Venecia lo hacía con mi padrina, con quien vi precisamente el estreno de "El padrino" (Francis Ford Coppola, 1972). También había ido alguna otra vez con una tía y mi hermano, pero no recuerdo ninguna película. Tal vez alguna de Clint Eastwood, lo que -entre una cosa y otra- nos da una idea suficiente de que la cartelera era buena. Ahora los cines que me quedan más cerca de casa serían la multisalas del Heron y el cine Nápoles.
Aunque hubo un tiempo que iba a los cines Verdi "en misa" de sábado y de domingo en la sesión de los autistas (la primera), dejé de ir en cuanto la proporción de películas que me gustaban era muy inferior a la de las otras. Lo de "la sesión de los autistas", para entendernos, es porque iba poca gente, solitaria y se sentaban equidistantemente, nunca cerca. Recuerdo cuando proyectaron la Juana de Arco de C. T. Dreyer (1928) que alguien se molestó porque una mujer mascaba chiclé audiblemente, cosa que era inverosímil en esa sala, en esa película muda y sobre todo a esa hora, cuando nos juntábamos (es un decir) los cinéfilos más exigentes. El momento en que aumentó mi desinterés o tedio coincidió con el hecho de que se empezaron a incorporar dinkies (Dual incomes, no kids) que ya no eran jóvenes, con toda la matraca de "El País" dominical bajo el brazo, después de haber comido en alguno de los restaurantes de los aledaños sin apenas haber cambiado alguna frase. Tal vez la observación tiene que ver con un periodo muy corto y fugaz de una época, pero la incorporación de estas parejas a la primera sesión merece ser recordada por cuanto nos explicaría mejor y en parte los cambios en los hábitos de lectura declarados posteriormente.
Si alguna vez alguien se tomara interés por nuestra generación tendría que analizar insoslayablemente la afición por el cine y los viajes relámpago como alternativa cómoda a la lectura, que exige una mayor atención, más tiempo y muchas veces soledad. Pero si el cine y la TV mataron la lectura, el cine y la TV a su vez han conocido su decadencia bajo internet, donde la atención requerida es ínfima y puede ir saltando de un estímulo a otro sin que se le exige mucho a la inteligencia.
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El día de los atentados de las Torres Gemelas yo había quedado con una amiga para ir a ver "Mejor imposible" (James L. Brooks, 1997). Su actor principal (Jack Nicholson) eligió a Harold Ramis para el papel del médico que atiende al hijo del personaje que interpretó Helen Hunt. Pero Harold Ramis fue sobre todo el director de "Una terapia peligrosa" (1999) donde un mafioso (Robert de Niro) padece un ataque de pánico por estrés ¡Si no fuera por el secreto profesional nos habríamos de enterar de cada cosa! Y es que los médicos y los abogados podrían hablar mucho si pudieran y quisieran.



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