19.8.14

El 19 de julio de 1808

En una pequeña loma, y como a dos tiros de fusil de aquel sitio, brillaba inmóvil e imponente una cosa que desde el primer momento atrajo nuestras miradas, infundiéndonos cierto recelo. Era un escuadrón de coraceros, la mejor caballería del ejército de Dupont. Todos los jinetes contemplamos el resplandor de las bruñidas corazas, en cuyos petos el sol naciente producía plateados reflejos; y después de mirar aquello sin decir nada, nos miramos unos a otros, como si nos contáramos. Ni una voz se oía en nuestras filas: a todos se nos había cambiado el color, y temblábamos aunque cada cual hiciera esfuerzos por disimularlo. El único rumor que turbaba el profundo silencio de nuestro regimiento, donde hasta los caballos parecían contener el aliento y explorar el campo con atónitos ojos, era un ligero y casi imperceptible son metálico producido por las estrellas de las espuelas. Aquel temblor de piernas es un accidente que la caballería observa siempre en el comienzo de todas las batallas."

Benito Pérez Galdós, Bailén, (Episodios Nacionales) Cap. XVI

Ayer escuchaba la grabación de una ponencia de Cristina Matud Calvo en los Jueves Enfermeros Valdecilla, sobre sistemas de información. Trabajé en el equipo de Cristina entre los años 1998 y 2005, cuando dejé el Hospital de Bellvitge para seguir trabajando en el Hospital Vall d'Hebron. Cuando yo empecé a trabajar con ella yo ya había aprendido mucho del mundo de la información científica y académica, por lo que encontrarme con una persona que sabe tanto de documentación clínica fue algo muy bueno para mí humanamente y también para completar mi visión, defectuosa, o incompleta, del sitio en el que estábamos trabajando. Como suele ocurrir, simplemente por el hecho de estar a su lado ya adquirías conocimientos, cosa que así planteada puede resultar un poco esotérica, pero que no lo es porque más bien habría que hablar de una fe casi supersticiosa e inmerecida en el conocimiento verbal. Y oral, con lo que de anal tiene.
En la ponencia, Cristina Matud nos recuerda aquello de que a veces los resultados muestran un 3% de enfermos que se nos han llagado en vez de mostrar un 97% de enfermos que no se nos han llagado. Esto es así en todos los terrenos. Cuando abrimos un diario tenemos prácticamente todas las páginas con una demostración de un desequilibrio detrás de otro. Obviamente Cristina exageraba, humorísticamente, para que la idea se destacara concienzudamente en todo su significado. La noticia en Iraq es que están masacrando cristianos, no que no estén masacrando musulmanes. Y quiero hacer constar que no lo digo con mala intención ni con segundas. Y que así va todo.

Estuve el otro día en una de las escasas librerías que quedan en Barcelona gracias, como diría un librero de mi barrio, a "interbrut" (por antítesis en catalán a "internet" y porque donde net sería "limpio", brut es "sucio"). Era el sábado de la Virgen de Agosto y había muchas tiendas del centro histórico cerradas, incluso las que no estaban de vacaciones, porque habían elegido hacer el puente o fiesta. Nuestra librería de la calle Elisabets estaba heroicamente abierta y había algunas personas en la planta baja, que es la de la Ficción, el Cine, Cocina e incluso la Poesía. En la planta superior, de Historia y Antropología había solo un tipo que se mantuvo todo el rato que yo estuve arrimado a un expositor y asomado a un libro abierto. En el tercer espacio, el más elevado, el de los libros de Filosofía, solo estaban los libros de Filosofía. La verdad es que había uno que yo hubiera puesto en autoayuda. Pero creo que La Central no tiene libros de autoayuda, palabra que por cierto cada vez trasmite mejor su intrínseca absurdidad. Sería difícil encontrar, al hilo del párrafo anterior, libros que hablaran de los enfermos que no se nos llagan pero simplemente porque "La Central" no tiene libros de Enfermería. Tampoco tendrán sin embargo libros sobre cómo no se plancha. No se plancha así, no se plancha asá. 

Y sin embargo sabemos que las personas que se dedican a la enseñanza tienen que recurrir a hacer afirmaciones y hasta se diría que a dar ideas sobre lo que no es correcto. Saben ellos desde su experiencia que es la mejor manera para acabar con un problema. Cuando las madres dicen "Los niños no se tocan la nariz" no nos están haciendo una reflexión sobre la realidad por la que se constata que las criaturas jamás se llevan sus dedos a la nariz, sino que dictan una orden sobre lo que no se tiene que hacer precisamente porque han constatado que se hace y no se debería hacer. La frase opuesta, "Los niños se tocan la nariz", no tiene el menor interés porque no aporta información nueva. 

Nuestro pequeño mundo se podría explicar en dos tardes siguiendo esos modelos de razonamientos. Así como hay por ahí inventos que demuestran la intensísima actividad cerebral de los músicos cuando ejecutan una pieza -que no sea, para entendernos, la canción del verano- podríamos explicar la no menos intensísima actividad cerebral de los
discutidores a través de 5 o seis interruptores sintácticos que les permiten no pensar pero sí desarrollar planteamientos verbales de alto contenido emocional. A veces se diría que algún que otro discutidor es una especie de percusionista -siguiendo con el símil musical- que golpea varias veces sobre la misma idea como remachándola o bien entrando en una especie de bucle extático (variaciones sobre un mismo tema). 

Difícil es encontrar el equilibrio entre lo que es y lo que debería ser, entre lo que pensamos y lo que decimos, entre aquel 3% y el 97% respectivo. Y lo que se aprecia mucho es la expresividad. Hace mucho tiempo conocí una pobre chica eurobudista buenista que defendía con todos sus chakras y buena parte de su kundalini que la literatura era ficción. Por ejemplo esos cuentecillos de Jorge Bucay. Sin fábula para ella no había literatura. Es una opinión respetabilísima, claro está. Y extendida. Pero también lo es la mía, por la cual la literatura es algo así como ese fragmento de Bailén, donde antes del fragor de la batalla hay un espacio para el sonido de las espuelas y el miedo que representan en su estado puro. Ese detalle entre dos escenas narrativas vale más o por lo menos vale tanto como todas las tesis doctorales que se han hecho sobre el modo subjuntivo. Y si la literatura fuera otra cosa para mí no tendría el menor interés.

Charles M. Schulz


Bill Watterson


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