18.9.14

A 78 revoluciones por minuto


"Digo de entrada (por fin) que tengo un oído tirando
a raro. Por ejemplo, una vez, en época de exámenes, me ponía
los conciertos de violín de Vivaldi entre atracón y atracón de empolle.
Sólo después de unos días me di cuenta de
 que durante los de los exámenes
 había oído el LP a 45 r.p.m. Puedo decir en mi favor que
 había notado que me pasaba la audición volando. Supongo
 que el disco giraba al doble de velocidad y que por lo tanto
 lo de media hora me lo ventilaba en un cuarto de hora. No estoy
 segura de que sea así, pero en cualquier caso indica
 un estado de conciencia bastante disparatado." 


erdón por la autocita, pero sirve para contrastarla con la ilustración de hoy. A ver si consigo explicarme: los discos de vinilo los hay básicamente de 3 tamaños. Los más comunes se podían escuchar en el giradiscos a 45 r.p.m. (revoluciones por minuto)  los pequeños o singles y a 33 r.p.m. los L.P. o long plays. Si ponías un disco pequeño a 33 r.p.m. se oía como enlentecido y pesado. Si por el contrario ponías un L.P. a 45 r.p.m. se oía más o menos como Alicia Sánchez-Camacho o Lucía Caram pasadas de rosca, de cafés y de todo. Por lo tanto, yo creo que o estoy equivocada yo o lo está quien le hizo el tributo a Bill Watterson. En cualquier caso es una cuestión de números. Aunque mi pick up podía tener más posiciones que las de 33 y 45 r.p.m. yo siempre usaba las que he dicho y desconozco qué hubiera pasado con Vivaldi a 78 r.p.m.
El tema que propongo se acaba de embrollar tremendamente si les digo que las mujeres que tocaban mucha de la música que escribió Vivaldi, del Ospicio della Pietá, en realidad eran huérfanas que en su edad más madura y dada su buena predisposición para la música eran destinadas al conservatorio:
"En 1745, el grupo de chicas en el coro de figlie consistía de dieciocho cantantes, ocho instrumentistas de cuerda, dos organistas, dos solistas, y dos maestras (directoras - una vocal y una instrumental). Además de éstos, catorce novatas y una cantidad desconocida de intérpretes de instrumentos de viento estaban también presentes." (Vivaldi y el Ospicio della Pietá)
Como yo siempre había oído hablar de "orquesta de monjas", este hallazgo casual me sitúa mejor la condición de las músicas y la composición real. Cosa que para el caso no importa pero que va relacionando las cuatro esquinitas del post. Sigamos: Que no, que en los sueños las cosas no son a 33 r.p.m. o a 45 r.p.m. ni nada que se le parezca.  En esta vida nuestra tan falta de aventuras, en las que quien quiere vivir con intensidad tiene que recurrir a buscarse problemas o buscárselos a los demás, jugar dinero, drogarse, viajar en Ryanair o con un capitán de cruceros achulado, ¿qué nos queda si no es vivir de verdad o ponerse a dormir "y tal vez soñar" (como dijera Hamlet)?
Mi incapacidad total para recordar la más mínima secuencia de un sueño y poder balbucear algo que remita a lo conocido o que pueda ser reconocido siempre me ha atormentado un tanto. Pero debo decir para la tranquilidad de ustedes que también me atormenta esa manía que tiene la gente de andar hacia atrás cuando abandona una conversación y pisarte. O que chuperreteen el diario de un bar y luego nos encontremos lascas de croissant en las puntas. Con esos tres tormentos ya tendría para padecer lo indecible, pero hay más. Muchos más.
Hace años me desprendí del sueño de la casa vendiéndomela también en sueños. El asunto se cerró del todo un día que al volver de Galicia -desde donde siempre regreso con jetlag, aunque a algunos incrédulos les cueste creerlo- me desperté un poco desorientada y reconocí en mi salón comedor aquel otro que yo venía soñando desde mis 20 años. Rápidamente se desvaneció esa impresión pero duró lo suficiente como para poder afirmar que se habían unificado lo onírico y lo verídico, la velocidad y el tocino.
Pero ahora hace tiempo que no vuelven mis otros sueños arquetípicos, el del tsunami que anega toda la Tierra, que queda en paz, y el de un camino por una montaña. El sueño del tsunami me ha acompañado toda mi vida. El de la montaña no. Y además me desconcierta en grado sumo porque ya no sé a qué atenerme, como la mariposa del célebre microrrelato: “Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Chuang Tzu que había soñado que era una mariposa, o si era una mariposa que soñaba ser Chuang Tzu.” Yo ya no sé si estuve en verdad en la montaña que soñé. A lo que no ayuda nada el hecho de que cada vez que vuelvo a soñar cuesta más encontrar el camino y me voy a paraderos que son imposibles, que parecen círculos del Purgatorio dantesco o lugares destruidos por turistas o por la pobreza o por todo a la vez.
Como creo que lo del tsunami escapa a mis posibilidades prefiero centrarme en encontrar el camino aquel. El del sueño, porque el de aquí, si es que lo hubo, ya no existe.

Bill Watterson [?] (*)

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(*) -- Una de dos, o están escuchando música clásica a 78 r.p.m., o aún estoy soñando. -- Lo primero. Mañana por la  mañana llamaré a un orfanato.