1.10.14

La injusticia y el desorden

esde que está este blog en danza, desde agosto de 2007, mis fuentes de información aumentaron -como se suele decir- exponencialmente. O habría que decir estratosféricamente. Por ejemplo, uno de los primeros dilemas que planteé fue el que originaba una frase de Goethe tal y como a mí me había llegado: "Prefiero la injusticia al desorden". Ahora cualquiera que tenga un mínimo interés podrá encontrar en la Wikipedia una entrada para la frase ("Prefiero la injusticia al desorden") y la traducción exacta o literal: Ich will lieber eine Ungerechtigkeit begehen als Unordnung ertragen, esto es "Prefiero cometer una injusticia antes que soportar el desorden".  El planteamiento es diferente al introducir como factores la existencia de un agente y de un paciente, cosa que no es moco de pavo ni harina de otro costal. En cualquier caso prevalece la idea de que el desorden es peor que la injusticia, o que el escritor la prefería. Desconozco el contexto, la verdad. Y con ello quiero decir que aunque alguien dijera alguna vez "LLevo prisa", no debemos tomarlo porque siempre llevará prisa o en toda circunstancia.
A vueltas con mis reflexiones de ayer pienso en lo que cambia que en las librerías y en las bibliotecas un libro se coloque en Filosofía o en Autoayuda. Estoy pensando por ejemplo en los libros de Consuelo Martín, una filósofa que ha escrito mucho y bien sobre el silencio y la filosofía advaita, siempre desde un rigor indefectible y con el fundamento que le da su sólida formación académica en Filosofía y sobre todo la práctica de la meditación. He encontrado sus libros de pura casualidad colocados en secciones en las que es improbable que nadie la encuentre a no ser que la busque o que le salga al paso. Pero esta condición la padecemos incluso cuando el orden o el desorden no es físico sino virtual. A pesar de que los buscadores de internet aprenden en gran medida, y están más que robotizadas nuestras carencias terminológicas y lexicográficas, tiendo a pensar que aún hay lugares poco iluminados, desapercibidos, más que invisibles.
La imagen de hoy viene a cuento de mi acendrada manía contra las autobiografías o apuntes autobiográficos con una gran carga de autoficción. De hecho Tony Blair publicó su autobiografía el mismo año en que Roman Polansky  proyectó "The Ghost Writer", película en la que se sugería que la autobiografía la había escrito un negro. Por eso y porque debía tener una impostación llamativa, que no impostura, o que sí, es por lo que en la viñeta la bibliotecaria o la librera se pregunta si el libro debe colocarse entre los de ficción o los de no-ficción. Me figuro que más de un librero se verá tentado de clasificar algún libro no en algo parecido al llamado "infierno" de los libros peligrosos sino a un lugar estrambótico. Por ejemplo, una autoficción podría colocarse en "Fauna y flora".
Creo que aunque es difícil -por honesta que sea y por muy de puño y letra que esté escrita- que una autobiografía no haga alguna concesión al eufemismo, al decoro, a omisiones, etcétera. Gran parte de los que escriben un texto autobiográfico harán una apologia pro vita sua o buscarán justificarse o simplemente usarán el texto como terapia, es decir como un lugar donde rehacerse, reafirmarse o purificarse. Hay autobiografías de pura vanidad. Otras son meros productos comerciales. También hay, como hemos apuntado, una gran cantidad de escritores profesionales al servicio de corregir y escribir esos libros. Como hay gente para todo seguramente también habrá quien escribirá su autobiografía contra alguna persona o algunas personas. Pero mantengo que siempre será una cosa la autobiografía amañada y muy otra la autoficción, un género literario en el que el autor hace un divertimento con algunos elementos reales con los que mezcla otros que no lo son y de forma deliberada y estilística. Las autobiografías amañadas y los truños pertenecerían a la injusticia y las autoficciones sólo al desorden.
  


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