20.10.14

"Mi casa es mi castillo"



uién iba a mí a decirme que CiU fue el partido que hizo la enmienda a la Ley del Consumo que permitió que "Las llamadas comerciales quedarán prohibidas entre las nueve de la noche y las nueve de la mañana los días laborables y a cualquier hora los fines de semana y festivos. Sin ninguna excepción"? Pues fue así (*). Lo cual me permite por una sola vez admitir que hay algo de esa coalición que me ha parecido más que correcto. Está claro que alguna cosa podemos hacer todos bien. Había recibido en casa alguna vez alguna llamada telefónica comercial incluso a las 10 de la noche y a la hora de la comida algún sábado, por lo que la enmienda me pareció del todo acertada y espero que si a alguien le quedan ganas de incumplir la ley, que caiga sobre él todo su peso y las sanciones que estén previstas caso a caso. La verdad es que no atiendo el teléfono fijo, por otra parte.
Hace unos años además de las llamadas telefónicas comerciales también acudían a mi puerta un sinnúmero de vendedores "puerta a puerta" varios y también predicadores. Creo que tenía en ello mucho que ver que mi vecina le abría la puerta a todo el mundo, en un gesto de caridad que la honraba. Y no es que no tuviera nada que hacer, que sí, porque cosía y para casas de alta costura. Pero Nati se compadecía de esas personas que tenían que ofrecer sus productos o sus servicios y les abría la puerta principal, con lo que luego ese acto les franqueaba el acceso a todos los timbres de los domicilios inviolables. Pero está claro que la inviolabilidad de los domicilios no nos protege de este género de visitas ni de otras. Y estoy pensando en la campaña de la Assemblea Nacional de Catalunya para promover el "Procés"). Pero también, lo que es peor, en esos timadores que se hacen pasar por una compañía de gas para desvalijar la casa de alguna incauta ancianita o para colarle un seguro que cobran en el acto. "¡Era tan educado, tan bien vestido!".
Por ese respeto casi supersticioso al extraño que llama a nuestra puerta y que en muchos relatos de toda la cuentística universal pueden ser seres sobrenaturales transfigurados (angélicos o demoníacos), por lo que sea, a nadie se le ocurre disuadir esas visitas con letreros ahuyentadores. Todo lo más que veremos son letreros donde se puede leer "No queremos publicidad", cosa que también nos encoje una miaja el corazón por cuanto imaginamos claramente un hombre con su carrito de buzoneo desalentado ante un cartel tan desalmado e inequívoco.
La cuestión es, como en todo, su intensidad. Si nos llaman a la puerta cada día, el tema se convierte en intolerable. En cualquier caso, ante la duda, yo prefiero no atender nunca las visitas inesperadas, por mi propia seguridad y también porque si el vendedor o la vendedora es lo que se dice agresivo, probablemente me sentiré molesta.
En los hospitales, además de tener que atender preguntas que no nos corresponden, como la que comentaba ayer, atraemos gentes de todo tipo. Desde suicidas, violadores y carteristas -perdón por la mezcolanza- hasta representantes de la industria farmacéutica, voluntarios y todo un cinturón de personas que rodean los accesos de los recintos para ofrecernos estampitas milagrosas, ser donantes de órganos, colaborar con ongs, comprar lotería de la próxima Facultad, donar una pequeña cantidad de dinero para la investigación de alguna que otra enfermedad, etcétera. Ya dentro del recinto de un hospital nos podemos encontrar con que nos pidan sangre o que apadrinemos un niño. Esto dicho así, todo a la vez, o casi, no me lo estoy inventando. Yo lo he vivido. Y permitan que les confiese que ponerse unas oscuras gafas de sol y hacer como que estás oyendo música a través de unos auriculares es inútil. Y pasar cada día también. Porque aunque algunos repiten no me reconocen. Para que me reconocieran tendría que hacer algo que no olvidaran y eso no entra dentro de mis planes.



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"Es una enmienda introducida a propuesta de CiU en la reforma de la Ley de Consumo, aprobada este miércoles en el Congreso, en un nuevo intento de poner coto a la práctica desmedida del spam telefónico, que genera constantes reclamaciones pese a que ya la ley de competencia desleal establece expresamente que las empresas no podrán hacer ofertas por correo, teléfono o fax sin el consentimiento del consumidor. Según los últimos datos de la Agencia Española de Protección de Datos, entre 2010 y 2012 las denuncias o actuaciones de oficio tramitadas se dispararon un 145%, de 91 a 241." (Prohibidas las llamadas comerciales por la noche y los fines de semana, "El País", 11 de octubre de 2013)

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