22.10.14

Puño y letra

"Desde muy joven, allá en mi ciudad levítica, yo había admirado la literatura de Cela, afilada y hermosa como un puñal, relampagueante de tinieblas, pero también de una ensimismada piedad por sus criaturas, a veces criminales, a veces deformes, a veces idiotas, pero siempre rezumantes de humanidad. Cela dejaba la pluma sobre el escritorio como quien deja un escalpelo y se levantaba dificultosamente del asiento, donde quedaba el molde de sus posaderas; y se quejaba:
-¡Hay que joderse! ¡Mira que me he hecho viejo!"
Juan Manuel de Prada, Cela, un escritor bárbaro, "ABC" (20 de octubre de 2014)
a firma Levenger, tiene sede en Belmont (Massachussets) y una colección de materiales de escritorio llamativa, especialmente para los que padecemos una manía severa por todas los instrumentos, fungibles y elementos auxiliares para la escritura y la organización de sus productos. A pesar de la globalización aún es posible encontrar productos en Levenger con un inconfundible aire de Nueva Inglaterra, y en Jackson's de Londres encontramos unos estuches para pinceles tan prácticos como bien acabados y sin embargo no muy caros.  No seré yo quien se gaste 40$ en ver qué efecto final tiene la tinta "Cardinal", precisamente por el riesgo de que no me convenza su color o porque su textura no me acabe de satisfacer. La tinta azul que ofrecen en catálogo es un azul ultramarino brillante y a mí me gusta el azul negro (donde el negro recuerda al gris de Payne). Al final, sin embargo, aunque uso bolígrafo y pluma cuando me tengo que dirigir a alguien, por una cortesía que no sé si siempre es entendida, mi instrumento de escritura preferido es el lápiz, sin preferencias. El esfuerzo que le supone a mi pobre tunel carpiano escribir con pluma o bolígrafo, por bien calibrados que estén, no sé si vale la pena.
Para dibujar son muy buenos en toda su serie los Faber-Castell, pero también uso Ticonderoga y un portaminas de Caran d'Ache y otro de Rotring y cualquier lapicero que se deje afilar repetidamente del número 2B. 
Para los lápices de color, aunque la serie acuarelable de Faber-Castell es inmejorable, siento predilección por la paleta de la serie también acuarelable de Caran d'Ache y tengo una caja de Derwent que solo uso para hacer pruebas y trazos secundarios o rellenos. Hace poco tuve que comprar una plumilla Brause de 2 mm y es óptima para la escritura gótica. Aunque hay estilográficas cuyas plumillas son capaces de imitar el trazo de estas otras plumillas de carga manual, los calígrafos usan los instrumentos tradicionales y a mí me parece bien. Puedo incluso generalizar y decir que cuanto diga y haga un calígrafo me parece bien.
Yo abogo porque los aprendices aprendamos con materiales e instrumentos lo más primitivos o genuinos posibles. En mi opinión es mejor aprender a tocar la guitarra con un instrumento que sea de gama media, porque usar un instrumento que prácticamente lo dé todo hecho nos impedirá en cierta manera perseguir la excelencia de una manera más desnuda y sin desviaciones. Un buen papel y una buena tinta hacen mucho, pero la pelea se dirime con los elementos de tal manera que es de esa lucha de donde debe de salir la habilidad para que todo se convierta en algo expresivo. Si nos ejercitamos con un instrumento muy templado y de buena calidad obtendremos mejores resultados, pero nos habremos perdido en lo exterior. Dejaría los buenos instrumentos y los buenos materiales para los que son ya virtuosos, los cuales seguramente se apañarían con cualquier cosa.
La prueba de que dejé de ser joves hace tiempo es que empiezo a pensar cosas como que a los cocineros, a los tapiceros, a los carpinteros, les vendría bien conocer cómo se harían las mismas cosas que hacemos ahora pero hace solo 100 años. Tal vez una pequeña parte de ellos aún sepa hacerlas así, como se hacían hace 100 años, aunque también sepa hacerlas con todos los recursos y la tecnología actual. Pero estoy convencida de que en el fundamento de cada oficio hay unos conocimientos y destrezas imperecederas, que es lo que debe distinguir supongo a un buen profesional del que no lo es.
De la misma manera que un buen profesional de cualquier ramo se distingue porque sabe apreciar el trabajo de otro profesional, es también para mí seguro que un buen profesional neófito sabrá apreciar el estilo de un buen profesional experimentado, o viceversa.
Inmersos entre el papanatismo cultural, por el cual todo cuanto suena a inglés es superior, y una adoración por las dinámicas consumistas, por las cuales todo cuanto es novedoso es atractivo, estamos a merced de cualquier campaña comercial y de las modas.
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Hace unos días me compre un mop de pelo de ardilla para acuarela. El mío no es de Jackson's, sino Raphael, pero viene siendo al menos en apariencia lo mismo. Este pincel tiene la virtud de capturar gran cantidad de agua y de soltarla gradualmente en una superficie extensa, cosa que lo hace ideal para cubrir una buena extensión de color. Por ejemplo un cielo. Lo cubre tan bien que apenas hay que corregir algo el sobrante que queda en la parte inferior, embebiéndolo muy someramente. En cuanto lo probé me di cuenta de que un proceso que con otros pinceles me había costado Dios y ayuda, se resolvía de la forma más sencilla. Pero necesito que esas cuestiones se conviertan en algo muy secundario, que prevalezca -como dije- la expresión.
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Una vez mostraron en la TV cómo escribía Cela y se podía ver que escribía con la mano derecha y tomando el bolígrafo o la pluma de una forma muy peculiar, se diría que difícil. Produce dolor solo mirarlo. Me he hinchado de ver algunos vídeos de Andrés Segovia tocando la guitarra y la impresión que me dan siempre sus manos sobre las cuerdas es difícilmente explicable. Además, es tan diferente lo que tiene que hacer la mano derecha sobre las cuerdas y la mano izquierda sobre los trastes, que casi podríamos decir que son extremidades que por muy coordinadas que vayan precisan condiciones algo diferentes. Las manos de Segovia no se puede decir que sean fuertes, ni blandas, ni que hagan un particular esfuerzo de precisión (aunque lo hacen). Lo que intento decir es más elocuente cuando vemos cómo tocaba Paco de Lucía. Como el flamenco está llenísimo de notas, la mano tiene que ir más rápida y, si se me permite la comparación, las de Paco de Lucía recuerdan al nervio de un caballo a la carrera. Intento imaginarme y adoptar la posición de la mano de Cela sobre la hoja en blanco y me cuesta representarme su pluma como un escalpelo, aunque seguro que su escritura no fue ligera, sino uniforme, firme, como de quien labra o cincela.
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Cada persona desgastamos los teclados de los ordenadores de una manera distinta. Yo por ejemplo desgasto mucho la tecla espaciadora, que pulso -como canónicamente tiene que ser según las técnicas mecanográficas clásicas- con los pulgares. Hay gente que desgasta hasta borrar las letras las teclas que corresponden a los dedos índice. Especialmente las personas que se dejan crecer las uñas y las pulen en pico. He visto ante el mismo teclado a personas que apenas dejaban oír su paso por las teclas donde otras martilleaban casi que con furia o como si estuvieran en las máquinas del gimnasio. Pero luego esos rasgos como de estilo o de carácter, apenas se pueden percibir más que en la forma de desenvolverse sintácticamente, que también.

 Tinta de Levenger

Circa notebook de páginas "removibles"


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Otras lecturas en el mismo blog: La escritura, Puntos sobre las jotas, etc.

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