21.11.14

Ética y estética

or algún misterio imposible de desentrañar, le tengo más que repelús a la palabra petonets y al papel marmolado con el que se solían hacer las guardas de los libros encuadernados y ahora se forran algunos objetos de escritorio. La palabra petonets, a la que a partir de ahora nos referiremos como "palabra p", tiene el poder de sacarme de quicio en cualquier situación y por lo tanto me causa el efecto opuesto al deseado, si no es mucho suponer. Intento, cuando me sorprende, pensar aquello de que es solo una palabra y que -como cuando vamos al dentista- el instante desabrido precede a un alivio cercano al gusto. 
Lo del papel marmolado ni yo misma me lo sé explicar, pero solo de pensarlo me irrito. Hay hules de cocina que darían ganas de tirarse por la ventana o por la nevera que no me estropean ni un instante. Pero un trozo de nada de papelito cuyo estampado se ha obtenido gracias a los caprichos de un material oleoso y de forma generalmente no del todo previsible me aboca a una angustia que solo de querer matizar me revuelve. Cualquier imagen histológica, aunque evidencie un horror de la oncología, no me produce la menor alteración estética ni ética, aunque no creo que sirva como motivo de fondo para el forro de un abrigo ni para el patchwork desestructurado de la firma Desigual.
Por alguna razón que ignoro no he conseguido armonizar la parte de mi armario correspondiente a las camisas, donde antes predominaban las rayas y ahora los cuadros, con los cajones de los calcetines, donde antes predominaban los de golf a rombos y ahora las rayas horizontales. Ya hubo hace mucho tiempo en "El País" una prolongada polémica en las cartas al Director donde precisamente se discutía con qué tipo de pantalones se pueden usar los calcetines de golf, los cuales ahora no se ven pero que en los años 80 eran inevitables. Según mi opinión los calcetines de golf como mejor quedaban era con unos pantalones tipo tweed (cheviot). Aunque me temo que el tweed más conocido es el escocés, originalmente de lana teñida con líquenes, yo prefiero el irlandés, de lana teñida de moras, fucsias, tojos y musgo. No creo que ni irlandeses ni escoceses usaran el tweed con la intención de camuflarse sino que simplemente echaron mano de lo que tenían, lo cual siempre empieza y acaba siendo lo mejor.
Otra polémica de "El País" que fue emocionante fue la de si el papel de váter debía colgar hacia fuera o hacia dentro. Nada de lo que ha concurrido después en la sección de Cartas ha conseguido captar mi atención tan decididamente.
Un día me hartaré y si me da la gana me pondré una camiseta tie dye con un blaiser marinero de almirante. Pero al final me doy cuenta que lo mío no sería nada de eso ni el huipil ni el sari ni una túnica ad lib  ni un vestidillo como aquellos que se ponía Carolina de Mónaco en Saint-Rémy-en-Provence. Tampoco el socorrido little black dress, que es -desengañémonos- para indigentes mentales. Lo mío sería un kaftán africano, que te lo puedes poner con calcetines de golf o con calcetines rayados sin que clame al cielo.
Ya empezaba a acostumbrarme a la generalización de la palabra p,, que se ha impuesto de una manera abrumadora dado el sinfín de mensajes que nos intercambiamos y debido tal vez a la necesidad de sacarnos a alguien de encima de una manera que no parezca desconsiderada. Es decir, que a la palabra p. se ha añadido la artillería de emoticones infantiloides que inevitablemente nos cruzamos. La palabra "besote" me hace chillar y saltar como los pescaditos saltan en una sartén. "Besitos" menos, pero por el estilo. No olvidemos que todo corresponde al territorio de lo irracional o casi.
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Ayer, cuando vi el vídeo de Núria Picas, deportista independentista, recibiendo un importante premio mientras sonaba el himno de España, consideré su formidable preparación y autocontrol como corredora de montaña y la prueba de esfuerzo que supuso para su adrenalina tener que oír la versión abreviada de la Marcha Real precisamente en un momento de gran alegría y honor. Infinitamente más intenso que cualquiera de mis neuras ante unas palabrejas de nada.
Entre los desafortunados comentarios que se han cruzado los lectores no falta alguno soez, claro. Otros he visto que señalan la incoherencia de competir dentro de la Federación española cuando Núria Picas no se siente española, que está bien pensado. Pero esta mujer tal vez no podría mantener su forma física si no fuera al amparo de una organización española y de esa bandera que nos representa. Que el titular de la noticia, del "ABC", eliminara el acento preceptivo en Núria, tampoco reconduce mucho el tema, que digamos. Se llama Núria, no Nuria. Un berenjenal sin demasiado remedio a no ser que instauremos la ingesta de litros de infusión de valeriana hasta en los colegios.
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El binomio "deportista independentista"  me hace pensar (sorpresas de las conexiones neuronales) que cerca de mi calle ha abierto un Varillero Sacabollos [sic], el cual por lo que tengo entendido repara golpecitos de la carrocería de los utilitarios. Se ve que no es un planchista de los de toda la vida. Les aviso porque como en el Álbum se intenta tomarle el pulso a la realidad, no podemos dejar escapar ni un solo latido.
No me digan que el super sacabollo digital no es sexi.



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