1.12.14

41°22′57″N 2°10′37″E (Barcelona)

"Lo cual se entenderá bien por esta comparación: si consideramos en el rayo del sol que entra por la ventana, vemos que, cuanto el dicho rayo está más poblado de átomos y motas, mucho más palpable y sensible y más claro le parece a la vista del sentido. Y está claro, que entonces el rayo está menos puro y menos claro en sí y sencillo y perfecto, pues está lleno de tantas motas y átomos; y también vemos que, cuando está más puro y limpio de aquellas motas y átomos, menos palpable y más oscuro le parece al ojo material; y cuanto más limpio está, tanto más oscuro y menos aprehensible le parece. Y si todo el rayo estuviese limpio y puro de todos los átomos y motas, hasta los más sutiles polvitos, del todo parecería oscuro e incomprehensible el dicho rayo al ojo, por cuando allí faltan los visibles, que son objetos de la vista. Y así, el ojo no halla especies en qué reparar, porque la luz no es propio objeto de la vista, sino el medio con que ve lo visible; y así, si faltaran los visibles en que el rayo o la luz hagan reflexión, nada se verá".
San Juan de la Cruz, Subida del Monte Carmelo, Libro Segundo, Cap, 14, epígrafe 9.

reo no estar en una trampa de la memoria ni de la imaginación cuando recuerdo que fue el año 1983 cuando Salvador Espriu nos recibió en su despacho a Teresa Pous y a mí. Teresa Pous entonces estudiaba Biblioteconomía y Documentación en mi curso y ahora es una escritora de las de verdad, que ha publicado muchos libros y sale en la TV y en la radio. Espriu estaba como en las fotos del LP de Maria del Mar Bonet a Bartomeu Rosselló-Porcel (1974 o 1975), que era la imagen de él que yo tenía. El de la carátula de Joan Miró. Sobriedad y pulcritud. Una pulcritud que le llevó durante nuestra visita a tomar entre los dedos pulgar e índice de la mano derecha una mota de polvo en suspensión que descendía por una franja de luz que entraba por la ventana, en el Paseo de Gracia. Tal vez era la única mota de polvo que había no ya en el despacho sino en todo el piso. La pobre brillaba como una centellica, si se me permite otra referencia al siglo XVI. El lenguaje de Juan de Yepes resultará incomprensible incomprehensible, desgajado, pero después de haber leído unos cuantos libros del siglo XVI sabemos que es tal cual. 
Decía el profesor Miralles en mi lejano primer curso de Filología Hispánica que había una gradación de la claridad-levedad desde los textos de Herrera a San Juan de la Cruz. Luego Garcilaso consiguió lo imposible, que su obra no quedara desmerecida ante la calidad del Cántico espiritual, obra que bien puede citarse sin cursiva, como el Código civil, la Biblia y pocas más. Y sin embargo si me obligaran a hacer algo tan odioso como elegir entre Gonzalo de Berceo y Pedro Salinas, por aquello de la isla desierta, elegiría el castellano más primitivo y original de Gonzalo de Berceo. Por lo menos ahora, en este momento. 
Creo que poca gente sabe que Juan de la Cruz compuso su cántico en un retrete, a pan y agua, cuando estuvo preso por los carmelitas calzados. Y menos gente aún sabe que cuando los suyos, los carmelitas descalzos, lo liberaron, lo primero que comió fue unas peras en dulce. Es algo que siempre recuerdo porque seguramente el postre que prefiero son unas peras en dulce con su canela en rama y su poquito de nata. La greña de los carmelitas calzados y los descalzos no era como la que enzarzó anteayer a los hinchas radicales del Depor y el Atleti, de violencia y barbarie, pero no fue de menos encono ni ensañamiento. La llaga que se le hizo en una pierna al poeta in carcere fue la que le llevó a la muerte.
Cuando la Marçal hablaba de "l'amor sense casa" y "la casa sense amor", en un poema que resume el eje de su vida amorosa, yo pensaba en los escritores sin casa y en las casas sin escritores. Cada cual a lo suyo. Las casas sin escritores abundan, si nos atenemos incluso a las que no tienen ni un libro, aunque sea aquel invento infernal del Huevo Kindle del monopolio Amazon. Los escritores sin casa posiblemente también. Pero lo que está muy claro es que los que escribimos sentimos mucho la casa propia y que para escribir hacen falta muchas horas de soledad e intimidad, mientras que para publicar se necesitan habilidades sociales.
Sabemos que las últimas palabras de Chéjov fueron "Champagne" y las de Goethe fueron "Luz, más luz". Un día haremos una presentación como la de las pinzas de alas abatibles (Bind is beautiful) pero con las últimas frases de los escritores. Rosalía de Castro dijo algo así como "Abrid la ventana que quiero ver el mar". Las de Umbral: "Clasicismo, Romanticismo, uvas doradas y punto".
Lo que le llama la atención a la gente de las últimas palabras de Rosalía de Castro es que su lecho de muerte estaba en la casa de Padrón, cerca de donde fluye el Ulla, que después de dejar atrás Valga -"a beira hermosa, dun camiño todo prata", desemboca en la ría de Arousa y limita La Coruña y Pontevedra. Un día haremos una presentación como la de la infancia de los escritores  pero con los ríos de los escritores. Los escritores de los ríos no, los ríos de los escritores. Y sobre los escritores y la bebida también.
¿Por dónde íbamos? Ah, sí, el champagne, Veuve Clicquot, probablemente. Si hay algo que haga más tolerables y llevaderos los inviernos, los cielos plomizos de las ciudades centroeuropeas y los cielos de color mermelada de las gotas frías cargadas de arena del Sahara son las copas de champagne. Prefiero para el cava las copas Pompadour, que dicen que se ahormaron a los pechos de la Marquesa; las largas es cierto que consiguen mejorar la burbuja, su pompa, y hacer que nos parezca beber un elixir del fulgor sin apartarnos de una tan pequeña como exquisita sensación telúrica del regusto del polvo más húmedo y oscuro de las bodegas.
Las pompas de jabón, las motas de polvo, las chispas o centellicas y los claros de luna, cualquier cosa por grande que sea es menuda ante la enormidad del cielo, aunque ya lo estamos haciendo pequeño con tanto satélite y tanta matraca espacial. Qué bien, he podido estar tantas veces tumbada boca arriba en silencio para oír pasar el río, algún pájaro, mirar moverse las hojas de un chopo, y entre ellas abrirse el cielo azul. 

El Sahara en el cielo de Barcelona esta mañana


El sol que no surti avui
i que tornin els estels
que jo t'he de mester a prop
per jugar amb els teus cabells.
Alenar
(Maria del Mar Bonet. Guitarra: Paco Cepero)

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