2.1.15

Libro vivo (II): Escribir como se habla

Me gustan las palabras de la gente.
Parece que se tocan, que se palpan.
Los libros no; las páginas se mueven
como fantasmas.
Pero mi gente dice cosas formidables,
Que hacen temblar a la gramática.
¡Cuánto del cortar la frase,
cuánta de la voz bordada!
Da vergüenza encender una cerilla,
quiero decir un verso en una página,
antes estos hombres de anchas sílabas,
que almuerzan con pedazos de palabras.
Recuerdo que una tarde,
en la estación de Almadén, una anciana
sentenció despacio: “Sí, sí, pero el cielo y el infierno
está aquí”. Y lo clavó
con esa “n” que faltaba.

Blas de Otero, Palabra viva y de repente (Que trata de España)

Estamos acostumbrados a oír a personas que hablan como se supone que hay que escribir, cuando otramente muchos desearíamos que todos cuanto escriben lo hicieran como si hablasen.

Santa Teresa ignoraba, según Sánchez Moguel, "el latín y, por consiguiente lo escrito en esta lengua, que era lo mejor y lo principal en materias religiosas, sobre todo en las ascéticas y místicas (*). De hecho, hasta finales del siglo XVIII, las lenguas vernáculas no desplazaron al latín como lengua de uso en la exposición de obras de conocimiento (teológicas, de derecho y sobre ciencia).
En la Vida hay diversas referencias a lecturas. Al parecer de O. Steggink, la santa obtuvo una cultura bastante superior a la que solía encontrarse entre gente del mismo sexo y del mismo grupo social. En el capítulo II se refiere a su afición en la niñez a los libros de caballería. En el IV a cómo le ayudaba en la oración la lectura de libros piadosos, la del Tercer abecedario espiritual de 1527 de García de Osuna. También hace referencias a las Epístolas de San Jerónimo, a las de San Pablo, y a otros libros de la Biblia. Pero no son citas textuales y eruditas e incluso, según Sánchez Moguel, se trata de citas de "segunda mano" (**).
Teresa debió de leer las Moralia in Job de San Gregorio de Nisa (citado en el capítulo V); las Confesiones de San Agustín, otra autobiografía avant-la-léttre (cap. IX y XIII); la Imitatio Christi de Ludolfo de Sajonia (cap. XXXVIII); el Arte de servir a Dios (1521) de Alonso de Madrid (cap. XII) y la Subida al Monte Sión (1535) de Bernardino de Laredo (cap. XXIII).
Al aparecer el primer Index Librorum Prohibitorum español, conocido como el Índice de Valdés (1551 y 1559), la Santa perdió de leer o consultar muchas obras en romance. Uno de los pasajes más citados de la Vida es precisamente el que se refiere al Índice de Valdés.
Cuando se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen yo sentí mucho porque algunos me daba recreación leerlos, y yo no podía ya por dejarlos en latín, me dijo el Señor: No tengas pena, que Yo te daré libro vivo".
El idioma de la santa esta libre de latinismos, italianismos y otros elementos exóticos. Carecía de los cultismos griegos y latinos que abundan en los místicos áureos, aún sin llegar al paroxismo oratorio de Hortensio Félix de Paravicino. Según E. A. Peers pueden ser contadas por millares las obras místicas del siglo de oro, y no exagera, al contrario. 
Algunos hispanistas han realzado al lado de la ausencia de cultismos, la presencia de arcaísmos y de rusticismos. Américo Castro lamenta como factor estilístico de la santa su tendencia vulgarista: "lo admirable y lo insignificante alternan en ella con enojosa promiscuidad"  (***). Cree Rafael Lapesa incluso que rusticismos como mijor, an, anque o relisión son formas que la Santa antepuso a las formas mejor, aun, aunque y religión de forma voluntaria. Que no podía ignorarlas pero que prefirió las formas rústicas para no parecer o dárselas de letrada. Lapesa sigue la tesis menendezpidaliana e interpreta el empleo del lenguaje común o corriente como desempeño de humildad. Esta explicación sobre el estilo teresiano estaría acorde con la Regla carmelita y el estilo "ermitaño" que ella defendía.
Menéndez Pidal compara Santa Teresa y Catalina de Mendoza, que se mortificaba ascéticamente ocultando su talento en escribir cartas mandándoselo hacer a una sirvienta. Y también la sitúa en la órbita de Juan de Valdés y otros escritores del siglo XVI que adoptaron el lema "escribo como hablo" del Diálogo de la lengua. Pero Teresa Cepeda, según Pidal, "propiamente ya no escribe, sino que habla por escrito; así que el hervor de la sintaxis emocional rebasa a cada momento los cauces gramaticales ordinarios. El lenguaje escrito se diferencia fundamentalmente del oral en que se ayuda de los ojos para compaginar lo que se va a decir con lo que se ha dicho. Santa Teresa no hace tal diferencia porque nunca vuelve atrás para releer" (***)

Ramón Menéndez Pidal con Charlton Heston durante el rodaje de "El Cid"  (Anthony Mann, 1961)

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(*) A. Sánchez Moguel. El lenguaje de Santa Teresa de Jesús. Juicio comparativo de sus escritos con los de San Juan de la Cruz y otros clásicos de su época. Madrid: Imprenta Clásica Española, 1915: 19.
(**) A. Sánchez Moguel. Op. cit.: 21.
(***) A. Castro. Teresa la Santa y otros ensayos. Madrid: Alianza, 1982. El libro de bolsillo; 869: 76.
(****) R. Menéndez Pidal. El estilo de Santa Teresa. En: La lengua de Cristóbal Colón. 4º ed. Madrid: Espasa-Calpe, 1958. Colección Austral; 280: 125


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