21.1.15

Post 1189: Lo que no será

ste año prescriben los derechos de autor de los sucesores de Fernando Pessoa, que falleció el año 1935. Como el único texto que publicó en vida suya fue Mensagem, todo lo demás son textos publicados por sus editores y por lo tanto sometidos a las decisiones de sus correctores y demás, a lo que hay que añadir que su obra está firmada con 72 heterónimos, cosa que no veo en qué pueda dificultar las cosas pero que tampoco veo que no ayudará en ninguna manera a facilitarlas. Así que legalmente los únicos derechos de autor que han prescrito y que prescribirán serán los de Mensagem. 
Cuando yo empecé en lo mío los correctores usaban lápiz, tanto si me quieren creer como si no. Usaban lápiz y aquellos signos un poco esotéricos (hasta que se entendía su razón de ser), pero en cualquier caso dejaban un rastro inocuo sobre el texto. Después he visto que hasta usan el subrayado fosforescente amarillo de los editores de texto y funciones mucho más invasivas, expeditivas e impetuosas. El otro día me pareció ver en un timeline de Twitter que alguien se arrogaba la corrección de una novelita de la que prometo por Bob Esponja no recordar el autor ni querer recordarlo. Me sorprendió desagradablemente que un corrector no se quedara donde siempre se habían estado, en el anonimato, sin hacer aspaviento alguno ni hacer ostentación de su oficio, el cual -hasta hace bien poco, repito- era un modelo de discreción y, aunque no se sepa, se guardaba la confidencialidad.
Así como en los peluqueros seguimos encontrando profesionales que atienden a los gustos del cliente y no se entusiasman ni con las tijeras ni con el peine hasta perder de vista las instrucciones, me figuro que también quedarán correctores que no se piensan que son censores o árbitros del buen gusto ni nada que se le parezca. Claro que hay que tener en cuenta que como publica cada día más gente que no sabe escribir, es normal que los correctores se crean con un valor que nunca tuvieron más allá de su labor. A no ser que todo vaya en consonancia y que los correctores también bajaran de nivel. Dicho esto siempre teniendo en cuenta que la palabra "nivel" no tendría que haber abandonado nunca su contexto fluvial y que la uso figuradamente. Lo siguiente a que los correctores hablen de qué novelas han corregido en su Twitter es hablar de sí mismos en tercera persona. Como Julio César, Julio Iglesias en un tiempo y algunos divos.
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Explicar lo que fue y lo que hay, sin poder saber lo que será, es tan entretenido u ocioso como inútil, a no ser que queramos dejar constancia de que nos damos cuenta de lo que está ocurriendo y de quetambién eso pasará. Como dice el cuento sufí y la hija escritora de Esther Tusquets. 
¿Habrá alguien interesado en lo que no ocurrirá? Digo además de mí. Explica una de tantas anécdotas de Pessoa -que era experto en la Astrología (hasta el punto de corregir a Aleister Crowley, que yo siempre pensé que tenía tratos con el diablo)-:
"Cecília Meireles fue a Portugal para dar conferencias en la Universidad de Coimbra y Lisboa, en 1934. Uno de sus grandes deseos era conocer al poeta, de quien era admiradora. A través de una de las oficinas donde trabajaba Pessoa, consiguió comunicarse con él y programar una cita. Ese encuentro fue marcado para el mediodía, pero ella esperó inútilmente hasta las dos de la tarde, sin que Pessoa diera señales de vida. Cansada de esperar, Cecilia volvió al hotel y allí tuvo la sorpresa de encontrar un ejemplar del libro Mensagem y un recado del misterioso poeta, justificando que no compareciera porque consultó los astros y, según su horóscopo “los dos no se encontrarían”. Realmente, no se encontraron, ni hubo más oportunidades para ese encuentro: al año siguiente Pessoa falleció" (Wikipedia)
Para los que estamos acostumbrados a la lógica de Pessoa y la amamos, la anécdota es una perla. Naturalmente si el horóscopo decía que no se encontrarían, ¿qué sentido tenía acudir a la cita? Muchos de nosotros pensaremos que tal vez era una excusa, muy rebuscada y desproporcionada, para eludir metafísicamente una cita incómoda y hasta engorrosa. También podría haber recurrido a lo de la tortuga de Aquiles, ya puestos.
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Una de las muestras de que nuestra sociedad está bastante debilitada mentalmente es lo difícil que resulta a veces establecer una cita incluso con quien la propuso. Que en los últimos 10 años se haya triplicado el consumo de antidepresivos no sé si revela el abatimiento de la época o que la gente está más predispuesta a tomar pastillas. O ambas razones a la vez. Una no excluye la otra.
Al lado de lo que nunca ocurrirá -caso de que haya algo que pueda no ocurrir nunca- está lo que no se repetirá (*) o lo que se repite pero en circunstancias que nada tienen que ver con las de la primera vez. Todo lo cual conduce a lo que decía el poeta: Carpe diem.

La residencia de los dioses (Uderzo y Gozinny)

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(*) "El argumento que se acaba de mencionar merece mayor estudio. El historicismo, he dicho, niega la posibilidad de repetir experimentos sociales en gran escala en condiciones precisamente equivalentes, ya que las condiciones de la segunda ejecución tienen que estar influidas por el hecho de que el experimento se llevó a cabo antes. Este argumento reposa sobre la idea de que la sociedad, como un organismo, posee una especie de memoria de lo que corrientemente llamamos su historia. En biología podemos hablar de la historia vital de un organismo, ya que un organismo está parcialmente condicionado por sucesos pasados. Si estos sucesos son repetidos pierden, para el organismo que los experimenta, su carácter de novedad, y toman un tinte habitual. Sin embargo, ésta es precisamente la razón por la que la experiencia del suceso repetido no es la misma que la experiencia del suceso original, la razón por la que la experiencia de una repetición es nueva. La repetición de sucesos observados puede corresponder al nacimiento de experiencias nuevas en un observador. Como forma hábitos nuevos, la repetición produce condiciones nuevas, habituales. La suma total de las condiciones -internas y externas-, en las cuales repetimos un cierto experimento, sobre un único e idéntico organismo, no puede, por tanto, ser lo bastante semejante para que podamos hablar de una repetición genuina. Porque incluso una repetición exacta de condiciones ambientales se combinaría con nuevas condiciones internas en el organismo: el organismo aprende por experiencia".
Karl R. HopperLa miseria del historicismo, I, 3


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