6.2.15

Quiebros y quebrantos

-"Es poco lo que puedo ofrecerle, amigo mío, pero es todo
lo que tengo. Créame si le digo que estas páginas,
a falta de mayores méritos, han sido escritas con mucha
aplicación. Sé bien que mi nombre, en las historias
de estas tierras segovianas, ocupará no más que un
minúsculo rinconcillo, pudiera ser que
incluso en letra pequeña y a pie de página. Pero no
me quejo porque tampoco me merezco más. Mi labor
ha sido honrada, pero no brillante. Dios no
quiso adornarme con las altas y
hermosas cualidades
de los elegidos".
Camilo José Cela, "El viejo escritor", Los viejos amigos.


Dos semanas atrás vi la entrevista que le hicieron en una de las cadenas televisivas públicas a Gregorio Morán, pero no recuerdo en cual. Podría ser BTV, aunque bien pensado me resulta inverosímil. Se la hicieron porque acaba de publicar su libro titulado El cura y los mandarines. Aunque el libro es interesante, lo que trae el nombre de Gregorio Morán aquí es que cuando le preguntaron por los mejores libros de ficción del siglo pasado se refirió a La colmena, a Tiempo de silencio y a otro libro de Rafael Chirbes que no le entendí bien probablemente porque no lo he leído. De Chirbes solo conozco Crematorio, pero no lo acabé.  Los dos primeros libros que destacó son anteriores al período que el autor estudia en El cura... (1962-1996), que sería el de la llamada Transición. No tengo tan reciente en la memoria la novela de Luis Martín-Santos, que era de lectura obligatoria en mi secundaria, como La colmena, que he leído por lo menos dos veces si no tres. 
Ni Cela -tan polémico- ni Martín-Santos están de moda, aunque es posible que lo vuelvan a estar cuando prescriban los derechos de autor y los relancen o porque se les rescate del olvido o (en el caso de Cela) de las malas lenguas.
Para muchas personas será mal tolerado o incomprensible que me gusten Terenci Moix, Maria Mercè Marçal y Cela a la vez, y no estar loca. Me acuerdo de la discordia que tuvieron Moix y Cela a cuenta de una de las baladronadas del gallego sobre Lorca y la homosexualidad. Será porque soy vieja, pero cada vez me tomo menos interés en algunas pullas (sean ancestrales o no, aunque todas tienden a enranciarse). Siempre estaríamos a la greña porque es difícil que todos pensemos igual y no alterarse por una falta de respeto o consideración. Yo me he reído con algunos pasajes escritos por Moix tanto como me he reído con Gerald Durrell y hasta con Graham Greene.
Ya he comentado aquí el apelativo que le dedicó Cela a Rafael Albertí (“He visto a tu amigo, el lírico menesteroso, y parece la encargada de una casa de putas de Ceuta”), según Umbral. Umbral tampoco era un diplomático que digamos. Todo ello hace reír a la vista de los escarnios que se cruzan algunas cuentas de Twitter o los comentaristas de la prensa digital.
Al final una siempre tiene más simpatía no tanto por los que son capaces de ofender con ingenio ni por los que son capaces de ofenderse con indignación como por todos los que son capaces de perdonar y condescender con los defectos de los demás.

Esta noche, yo que sueño tan poco, o que no recuerdo apenas mis sueños, soñé muy intensamente con Maria Mercè Marçal, a quien tuve la suerte de conocer pero muy poco. En verdad es la segunda vez que sueño con ella y ha sido un sueño tan vívido como el primero y que me ha dejado todo el día con un eco. En el sueño se despide hasta una próxima ocasión por determinar pero incluso en el sueño yo ya me doy cuenta de que eso pertenece a otra dimensión. Tal vez porque hace poco, el 13 de diciembre, una buena amiga me faltó a nuestra cita porque se había muerto.
A veces me he acordado de que en una de sus presentaciones de La passió segons Renée Vivien un pequeño grupo que creo que lo era de profesoras de la secundaria se enzarzaron en una discusión que al menos para mí no tenía nada que ver con el libro. Pienso que para la Marçal tampoco, por su semblante lo adiviné. Nada dijo, pero me pareció que estaba ya acostumbrada y en cierta manera apesadumbrada por esos enfrentamientos por temas más bien gremiales lingüísticos. Aunque tuvo la fortuna de obtener el reconocimiento en vida, incluso antes de la enfermedad que nos la llevó, no sé decir si en parte lo obtuvo por abanderar el feminismo, la libertad de Cataluña (o su independencia, que es otra cosa) y la clase social de la cual procedía. Como todo ello (pero también más) lo llevaba en su poesía con una calidad inusual, que cualquiera puede captar, es difícil que yo ahora introduzca la duda de que fuera comprendida en todo su valor.
Es poco menos que quimérico y antipático adivinar cual hubiera sido ahora su posición ante lo que ha ido ocurriendo en los últimos años en Cataluña, en España, en Europa, en todo el mundo. Pero creo poder asegurar que hubiera participado en la prensa, como lo hacen desde su opinión muchos articulistas que no tienen el oficio.

Estaba pensando estos días en Auden, cuyo poema Spain (1937) no me llega a convencer, a pesar de que toda la obra que le conozco me parece fascinante. Lo poco que sé de su visita a España durante nuestra Guerra Civil es que regresó a su país antes de lo esperado y que se hizo católico y de derechas. No me dirán si no es interesante. Y lo que pudo explicar George Orwell de ese quiebro también. No ya en Homenaje a Cataluña, sino tal vez en Inside the whale. 


Tute (Juan Matías Loiseau)

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