12.4.15

Freír un huevo

An aged man is but a paltry thing,
A tattered coat upon a stick, unless
Soul clap its hands and sing, and louder sing
For every tatter in its mortal dress,
Nor is there singing school but studying
Monuments of its own magnificence;
And therefore I have sailed the seas and come
To the holy city of Byzantium.
W. B. Yeats, Sailing to Byzantium


I hope I didn't brain my damage.
Homer Simpson

ico (Christa Päffgen) y Margit Kocsis, las dos mujeres rubias que aparecieron en los anuncios de Terry montando a caballo, murieron antes de los 50 años. El anuncio que enlazo, el de Nico, que también se puede ver en Youtube en una escena de "La dolce vita" (F. Fellini, 1960) y colaborando con The Velvet Underground o Jim Morrison, ahora parece tecnológicamente tosco, de grano gordo, pero en aquel momento fue impactante y es un modelo de la publicidad "aspiracional". La publicidad aspiracional más elaborada o la del anuncio primigenio de Pomés -el creador de las burbujas de Freixenet, entre otras cosas- es una de las formas que siempre me han inspirado más interés. Mis sentidos no los atrae lo que se plasma sino cómo se plasma, la apropiación de elementos incluso oníricos para forjar lo deseado, que bien pensado no es fácil. 
Se llega una a acostumbrar a la publicidad electoral, con los candidatos que se nos ofrecen rejuvenecidos por malas artes y con un peinado o un atuendo estudiadísimos. Y sin embargo la publicidad aspiracional, cargada de modelos idealizados, es muy interesante y sobre todo cuando los publicistas la han ido reelaborando a la vista de que perdía eficacia a favor de los modelos realistas. Es, mal comparado, como lo que ocurre con el machismo larvado, el que no es tan evidente como -por poner un ejemplo- el que vimos el otro día con Salvador Sostres, el cual sin embargo algunos nos tememos que enmascara algo peor, sino un machismo que está latente y adopta formas equívocas. La reelaboración aspiracional sería, por decirlo de una vez, que algo pretendidamente realista asume lo aspiracional o lo tiene incorporado como real.
No deja de ser por ello desconcertante encontrarse con Beckham vendiendo calzoncillos o a Antonio Banderas o George Clooney vendiendo café o perfumes y a Pierce Brosnan con presbicia, porque pertenecen a otra ficción. Incorporar famosos a la publicidad preconiza además la posibilidad de que se incorporen también a lo que queda de la literatura, que está dominado por la publicidad y el mercadotecnia.
Eso me recuerda, sin hacer ningún esfuerzo imaginativo, una señora que había en mi barrio de la infancia, que no sabía leer, pero que se compraba el "Lecturas" y decía que miraba "los santos", que era tanto como decir que se miraba las fotos de los famosos. Este traslado de significados del mundo de la hagiografía al de las glorias mundanas no es extraño (*), de la misma manera que el paquete de los valores de los héroes se ha trasladado metafóricamente y no metafóricamente al de los deportistas. Tal vez las proezas de los deportistas no sirven para nada, más allá de la superación de un récord o como ejemplo de estilo de vida sano, pero son una desviación del prototipo de héroe.
Famosos y deportistas estarían al filo de esa batalla perdida de antemano contra la muerte, "en el artificio de la eternidad" que se invocaba en "Sailing to Byzantium" (1928), tal vez el poema más conocido de W. B. Yeats. En la traducción de Ricardo Silva-Santisteban al español se puede revivir la plenitud del imperio bizantino, en época de Constantino, el emperador insomne. Precisamente se suele decir que Yeats se había sometido a la operación de Steinach (Eugene Steinach), una especie de vasectomía que pretendía tener unos efectos rejuvenecedores y que paliar incluso los trastornos del sueño propios de la andropausia. También se suele decir que a esa intervención corrieron personajes tan famosos como Freud. Estamos hablando de los años 30 del siglo pasado. Por aquellos años también se impuso el método Vóronoff, de trasplante de tejido de testículos de babuino y de chimpancé, con parecidos o mejores efectos a la intervención de Steinach, incluso mejorando la vista.
Si quieren ver en su integridad un libro de Vóronoff publicado en Nueva York el año 1920, Life: a stydy of the means of restoring vital energy and prolonging life, podrán comprobar con sus propios ojos lo bien editado que estuvo y cómo inspira la mayor confianza y probidad científicas. Me tienta leerlo pero solo por cerciorarme de si sale algo sobre injertos egipcios y el consabido arte de embalsamar.
Lamento reconocer que todo esto (Yeats, Steinach, Vóronoff, Freud, cojones y micos), en mi pobre cabeza quedan bastante allanados como si fueran lo mismo que lo del cadáver incorrupto de Rosalía Lombardo, niña que falleció a los dos años y cuyo cuerpo descansaba desde el año 1920 en la Capilla de los niños de las Catacumbas de los Capuchinos de Palermo. Creo que ahora está a buen recaudo después de haber sido examinado incluso a los rayos X para determinar que sus vísceras estaban intactas. El equipo que estudia el hombre de hielo o de Ötzi, una momia natural de la Edad del Cobre, estuvo estudiando las notas personales del embalsamador de Rosalía Lombardo y halló que en su método empleó formol, agua, sales de zinc, alcohol y ácido salicílico. Así explicado parece tan fácil como freír un huevo. Y seguramente lo es. 

Christa Päfgen (Nico) con Federico Fellini durante el rodaje de "La dolce vita"

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"La fundamentación teórica que sobre el culto a las imágenes fue adoptada por los teólogos en Nicea se reiteró ocho siglos más tarde en el Concilio de Trento, como respuesta al reto iconoclasta que había vuelto a implantar Calvino, quien al prohibir la pintura religiosa obligó, además, a los pintores de la Europa septentrional a orientarse hacia los temas profanos y burgueses (no deja de resultar notable que los mayores iconófobos de la historia hayan sido los talmudistas y los calvinistas, pese a lo cual la industria de la imagen por excelencia, que es el cine, se haya desarrollado en Estados Unidos en manos de judíos y protestantes anglosajones). De todos modos, el efecto más importante que tuvo la Contrarreforma en la historia de las artes visuales fue el invento del estilo barroco, surgido en la católica Italia y estimulado sobre todo por los jesuitas, como un arte aparatoso y publicitario, diseñado con la misión de impresionar a sus fieles ante la amenaza protestante, con los convulsivos martirios de sus santos y con la gloria exultante de las instituciones y los personajes del catolicismo. Hay que recordar que tres cuartas partes de la pintura española del Siglo de Oro fue pintura sacra". Román Gubern. Del bisonte a la realidad virtual: la escena y el laberinto (Barcelona : Anagrama, 1996): 67-68.

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