17.4.15

La puta calle

amonear en su segunda acepción es "Pacer las hojas y las puntas de los ramos de los árboles, ya sean cortadas antes o en pies tiernos de poca altura". Por una vez que disiento con las definiciones de la Academia, tenía que ser por culpa de la Botánica. Por favor, ¡"puntas de las ramos" y no brotes! Jesús, Jesús. En fin, voy a lo mío: la imagen de hoy es la de unos gitanos sin cabra. 
Las cabras son animales muy ramoneadores, especialmente del argán, que abunda en Marruecos y Argelia. Así como me resulta incomprensible la moda de las bayas de goji, que nos llegan con ese olor de borra de bolsillo y de desván meado de ratas, sí que se me hace comprensible la introducción del aceite de argán, con un aroma tan agradable y un sinfín de propiedades. Supongo que para los magrebíes es una imagen muy normal ver cabras encaramadas en un arbusto, pero no deja de ser desconcertante. Después, cuando buscamos información nos encontramos infinidad de vídeos con cabras rampantes que escalan paredes verticales y hacen unos equilibrios prodigioses sobre superficies inestables. 
El típico espectáculo callejero gitano de la cabra encaramada a un alto mientras suena música de pasodoble no tiene maldita la gracia. A mí me produce un malestar muy embarazoso y por suerte hace tiempo que ese espectáculo ha sido transformado en un número sin cabra. A cambio de la cabra el gitano lleva una gitana, pero la gitana no baila ni canta sino que recoge el dinero, y he observado en algunos casos que el órgano toca solo, que es un dispositivo con grabaciones que lo mismo hace sonar "Paquito el chocolatero" como  "El gato montés". La pareja se coloca en una esquina supongo que para avistar a la guardia urbana y no se están mucho rato, solo unos compases. Si el espectáculo con cabra bien llevado (sin que el animal recibiera azotes) podía tener alguna gracia, ahora no se le acabamos de ver. Me figuro que la cabra fue retirada por imperativo legal. A veces aún nos llegan a Barcelona animales de circo, aunque el Cirque du Soleil no emplea animales y, hasta donde yo recuerdo, el Raluy (que es el que a mí me gusta) solo emplea caballos.
A todos, gitanos incluidos, nos ha cambiado mucho la vida con el progreso. Yo no sé si aún quedan hojalateros, porque solo veo en mi barrio vendedores ambulantes de ajos, flores y ropa, y hace años vigilantes de obra, que parece ser que se imponen a las constructoras muy persuasivamente. Cuando era una niña, en el Cementerio de San Andrés no había tumbas de gitanos o si las había pasaban totalmente desapercibidas, no como ahora, cargadas de figuras de vidrio de colores, budas, totems africanos, palomas y bodhisattvas, flores de colores imposibles y fotos esmaltadas. Y ese tema me importa o me interesa porque me llevó a preguntarme qué hacían los gitanos con sus muertos cuando eran nómadas, hace muchísimos años. Al parecer los mongoles tradicionales abandonaban sus cadáveres en los caminos bien amortajados, pero eso me parece improbable en el caso de los gitanos. Lo que se encuentra en internet sin mucho indagar tiene bastante sentido: entierro con ajuar y una zarza plantada encima para librarlos de los animales del campo.
En casa está uno muy a gusto, sobre todo si no hay vecinos haciendo reformas, pero la calle nos llama y nos permite disfrutar de un espacio a veces peligroso pero lleno de aventuras. Lo más parecido a ramonear.
Foto: Marta Domínguez (móvil)

Fadel Senna/AFP/Getty Images

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