5.5.15

Un giro de 3785º

La cacareada técnica 4-7-8 que Andrew Weil se arroga no deja de ser una de las muchas técnicas que ofrece el pranayama en la disciplina yóguica. De la misma manera que Kegel se arrogó unos ejercicios que las mujeres les transmitían por home training a sus niñas desde tiempo inmemorial, la tonificación del muladhara y unos bhandas o llaves de la zona perineal para prevenir el prolapso genital. No sé si Kegel percibió alguna ganancia con sus ejercicios contra la incontinencia urinaria femenina, pero seguro que este señor, que dice haber "diseñado" una técnica de respiración más vieja que Matusalén, puede llegar a patentarla y así obtener pingües beneficios. Y eso es porque hace años los maestros de la tradición del yoga decidieron que el yoga no se patentaba, que como estaba ya era lo correcto. De esa manera se preservaba su intención más genuina pero también se propiciaba que cualquiera pudiera apropiarse -bajo nombres diversos- de su caudal de saberes.
Puede pasar que Andrew Weil decida dedicar una parte de los ingresos de sus libros a combatir el hambre o a fundar una ONG contra la enfermedad de Chagas, pero a mí no me acaba de gustar este fariseismo de lo "terapéutico" y esa arrogancia de arrogarse "diseños" que pertenecen al patrimonio de la humanidad. Por otra parte, lo mismo que lo que llevo visto del Pilates ha desvirtuado en gran manera los fundamentos del yoga clásico, convirtiéndolos en una especie de zumba marcial y requeteaeróbico que no respeta las vísceras ni la anatomía del movimiento, podemos esperar que la práctica del pranayama sin una buena preparación física y psíquica puede ser algo que solo pensarlo me pone los pelos como escarpias. La respiración no provoca lesiones (en principio) pero en una persona inestable, con problemas de ansiedad o de depresión, u otros trastornos psicológicos, puede ser un elemento con consecuencias tan imprevisibles como fulgurantes. De hecho, entre los practicantes de yoga el pranayama se practica con supervisión y cuando ya se ha recorrido despacio un camino y hay una cierta estabilidad mental y psíquica. Lo mismo con la meditación.
Durante mi práctica grupal pude presenciar un día durante una respiración de fuego (Agni prana) que una mujer se alteró bastante hasta el punto de que tuvo que abandonar la clase. De hecho también llegó a abandonar el grupo y luego me la encontré un día y supe que estaba superando una adicción severa al alcohol. El mismo incidente con otro grupo o un monitor sin preparación hubiera podido ser bastante desagradable. 
Hace años, desde la primera vez que oí con mi primer profesor de yoga (Julián Peragón) que teníamos allí la respiración y que podíamos conectar con ella, tuve una experiencia que no se iguala siquiera con la de haber aprendido a leer. La respiración siempre está conmigo y simplemente prestándole atención e intentando que aumentara su calidad, conseguí mejorarla y por lo tanto alimentar mejor mi cuerpo. Porque no solo de pan se vive. Además descubrí que en la respiración encontraba la calma, "mi" calma, porque la calma no hace falta buscarla afuera. También conocí técnicas sencillas que permiten en verano refrescarse o en invierno entrar en calor, relajarse, estimularse, dormirse. Las cosas no son tan complicadas como las queremos hacer.

Sam Cobean

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