11.5.15

Rosas, cosas y votos

todo cuberto de rosas,
para algúns telas de morte;
para outros telas de bodas.
Maio longo, maio longo,
fuches curto para min:
veu contigo a miña dicha,
volveu contigo a fuxir.

Rosalía de Castro, Follas novas

Esta semana pasada se celebró en Barcelona el 15º Concurso Internacional de Rosas Nuevas, que si no me equivoco se realiza cada dos años, siempre en la Rosaleda del Parque Cervantes. Nunca había participado hasta esta edición y hasta pude votar, en la modalidad de "Rosa ciudadana", puesto que las otras modalidades las concede o un Jurado internacional de expertos o bien miembros de asociaciones que están relacionadas con la Botánica, los jardines, etcétera. Naturalmente, si no fuera así, si el concurso dependiera de los votos ciudadanos, me temo que los sufridos obtentores que atrae el certamen no acudirían. Lo digo con conocimiento de causa, porque no pude evitar oír los comentarios que les dedicaban mis iguales y desiguales a especímenes bellísimos que simplemente porque habían padecido una semana irregularmente calurosa se mostraban ya despanzurradas como peonías de dejada decadencia. A la vista de las rosas y al oír los comentarios que pude escuchar llegué a la conclusión de que los ciudadanos preferían las rosas que se parecen a lo que nos venden por San Jorge el 24 de abril de cada año, todas iguales, todas en un punto de madurez idéntico, de color burdeos y un toque aterciopelado regular, el mismo en toda la extensión de cada pétalo. Precisamente por haber votado me regalaron una de esas rosas, aunque en la fotografía del móvil aparece con un rojo más encarnado.
Creo que contra la corriente imperante, al menos la que presencié hasta eso de las 11, me decidí por una variedad de obtentor danés, la rosa #28 Racquel Rennaisance POULRENO23, aunque estuve dudando por la del obtentor italiano David della Libera, la rosa #81. Como digo, el calor había afectado a todo el rosal, No quedaba ni un sabuco-rosa o aleluyo, cuando no hace ni una semana que estaban en su plenitud. Parecería que hasta habían pasado un aspirador por la alfombra que habían dejado tenuemente las rosas caninas y hasta las más carnosas y aromáticas, tronzadas sobre el manto de cortezas de pino en un puro éxtasis sin agonías. Las camelias, ya se sabe, no son tan dramáticas, aunque se desploman de una vez y hasta decía Álvaro Cunqueiro que los chinos le tenían una palabra onomatopéyica para referirse a ese momento de fulminante consumación.
No es que me parezca bien desmarcarme del voto ciudadano, en especial cuando eso nos devolvería a una sociedad aristocrática (había escrito artistocrática, lo cual aún es peor si cabe). Sin embargo me llena de pesadumbre y fastidio comprobar como se impone el mal gusto. 
Paralelamente hemos tenido en Gerona "Temps de flors",  pero no me inspira interés y apenas respeto, porque se trata de flores cortadas. Menos sofisticado es lo de los patios de Córdoba, y más auténtico. Lamento ser tal vez tan injusta y purista, pero no hay que alentar a los malos gustos. Aún no me recuperé de haber tenido a la vista hace unos días un ramo de cosa de 50 rosas de las que comenté antes, clónicas de frigorífico descongeladas. Cincuenta rosas todas idénticas, como de hipermercado. Y tampoco fui a ver la película  Floreak sencillamente porque por el tráiler deduje que el influjo de las flores sobre las escenas se producía desde ramos de variedades cortadas e híbridas (esto es no botánicas). A mí me gustan las flores botánicas, ostras, aunque sea cada cual hija de su padre y de su madre y se asomen como mejor saben en su zarza en diferentes estados de crecimiento y decaimiento. Y también me gusta ir a ver las rosas en otoño, cuando nada más dejan ver sus escaramujos y desprenden un olor no como de exhalaciones celestiales sino como a hoja de tabaco con un toque de barco hundido.

Miroslav Bartak

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