12.12.16

Consuelo tonto

Mucho tiempo se atribuyó a Lewis Hine la famosa fotografía "Lunch atop a Skyscraper" (1932), pero la foto -que también se atribuyó a Charles Ebbets- se considera anónima. De las fotos de Hine que conozco la que más me gusta es la que incrusto hoy, de la serie de los niños recolectores de algodón. Según Susan Sontag las fotografías de Hine fueron determinantes para que se legislara contra el trabajo infantil. Tal vez desde nuestro presentismo el trabajo de los niños nos parece una aberración y en la época de la que estoy hablando y no digamos antes, podría ser bastante normal.

Aunque pueda parecer que el trabajo de recoger los capullos de algodón sea hasta placentero, porque son suaves, la planta causa arañazos a quien lo recolecta manualmente. Aunque no sirva como declaración fehaciente, recuerdo que en una película de esclavos sureños de Estados Unidos, uno recordaba cómo los rasguños uno tras otro iban encarnizándose en su tierna piel hasta hacer muy penoso seguir recogiendo algodón en su temporada. Es decir, que aparte de la penalidad por la inclemencia del tiempo, estaba el hecho de seguir una larga jornada y además, como digo, restañar las heridas. Naturalmente porque era un trabajo pesado, duro, lo hacían los esclavos. Con el tiempo la piel se endurecía. El trabajo de los esclavos enriquecía tanto a los sureños esclavistas como a los que en el norte vivían del transporte del algodón.

Los cantos de trabajo son bien hermosos por el ritmo que imprimía la propia cadencia de la labor, por un estado que permitía no pensar, dejarse estar, y sin embargo calmarse. De hecho, no se me ocurre cómo si no hubieran podido soportar el calor, los arañazos y la extensión de la jornada. También lo haría todo más llevadero el hecho de que muchos se veían en la misma situación en el mismo entorno. Cuando sabemos que un mal lo padecen muchas personas o muchos animales parece que se diluye un algo pero no por consuelo tonto sino porque al menos nos parece que no se encarniza en nosotros, que no es algo "personal". Pero paradójicamente, o no, la niña de la imagen de 1916 tiene un nombre, Vera Hill, y eso de alguna manera la dignifica porque aunque había infinidad de niñas iguales, cada cual era única.
"Vera Hill, 5 years old, cotton picker, Comanche County, Oklahoma" (Lewis Hine, 1916)


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