1.3.17

Los últimos y los primeros

“Para ver si tu pintura es conforme en su totalidad a las cosas que
 representas, toma un espejo, haz reflejar en él el modelo, y
 compara este reflejo con tu pintura: examina bien, en
 toda la superficie, si las dos imágenes del objeto
 se parecen. Verás que la pintura es capaz de reflejar
 sobre el plano las cosas que parecen en relieve
 y que esto es lo mismo que hace el espejo. Pero
 la pintura es sólo una superficie y el espejo también. La
 pintura es impalpable, ya que lo que parece
 completo y saliente (tondo e spiccato) no puede
 tocarse con la mano, y el espejo actúa
 exactamente de la misma manera. Y viendo
 que el espejo puede, mediante
 líneas, sombras y luces [obre e lumi] crear la ilusión del relieve, tú
que tienes entre tus colores las sombras
 y las luces [obre e lumi] más poderosas que las
 del espejo, si sabes combinarlas como es preciso, lograrás
 sin duda que tu obra sea tan parecida a la
 realidad como la que se ve en un gran espejo.” 
Leonardo da Vinci, The literary Works of Leonardo da Vinci 
(citado por Victor I. Stoichita)


e parece que citar a Leonardo da Vinci condiciona un efecto Mateo, esto es que al revelar la autoría le concedo todo el valor a lo que cito, mientras que tal vez si fuera un texto anónimo o firmado por Antonio Gutiérrez o Pilar Olmo ya veríamos si iba a tener la misma aceptación. A pesar de que lo que propone Leonardo da Vinci, tantas veces citado antes por otra parte, tiene mucho sentido, a mí no me acaba de convencer del todo. El otro día, cuando me refería a la gigantesca sombra de la bailarina de "El jaleo" de John Singer Sargent, proyectada en la lóbrega pared del tablao, pensaba en la atmósfera del cuadro. La atmósfera que encontramos en un espejo se encuentra pocas veces en los cuadros, aunque ahora estoy pensando en Velázquez, en sus atmósferas y en su espejo de Las Meninas. El espejo también aparece en grandes cineastas como Dreyer, en Jean Renoir y en "Eyes wide shut" (Stanley Kubrick), por lo que estos directores percibieron o reconocieron en los reflejos en los espejos algo que tampoco está en la fotografía o en el cine. Y es que, sin que por ello contradiga al renacentista, la profundidad que devuelve un espejo creo que no la devuelve casi nada en este mundo. Mirar en los ojos de alguien que nos responde con toda la pureza de la mirada.
Divago deliberadamente, sin la necesidad de llegar a ninguna conclusión ¿Para qué? Y digo que por muy plano que sea un selfie y por muy atrayente que sea hacer una infinidad de disparos que capturen lo que no vemos, siempre será más enigmático o misterioso un espejo. Es posible que de un espejo saliera la inspiración de un cuento de Poe -ahora no lo recuerdo- pero de un selfie solo podría salir, creo, un relato neurótico, una especie de pesadilla como la de aquellos espejos que multiplican nuestra imagen miles de veces hasta el infinito.
*
Si da Vinci hubiera visto a Tutmosis III en el British Museum cargado de divinidad pero rodeado de turistas tal vez apreciaría como yo ahora la sencilla cenefa de una galleta horneada industrialmente.
Me doy cuenta también ahora de la de veces que he citado el evangelio según San Mateo en mi blog. De Mt 20) procede la inspiración del llamado efecto Mateo con el que abrí el post. "Los últimos serán los primeros", nos dice la lectura de misa de ayer. Y es una declaración muy simple que no hace falta interpretar.
Y no es como cuando en el supermercado nos dicen "pasen por la caja que abrimos por orden de cola", cuando al contrario el último pasa vivamente el primero. Es que lo que se nos promete en los evangelios es que los que parecen poseer menos prendas y méritos esos son los preferidos y más estimados en el reino de los cielos.

Michael Leunig


En memoria de mi querida tía Loli, que ya disfruta de la paz de los justos.

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