22.5.17

Post 1519: Con fecha de caducidad

l domingo me di cuenta de que mi botellita de yodopolivinilpirrolidonar o povidona yodada había caducado en septiembre de 2014. Ni siquiera recuerdo porqué la había comprado. La fecha de caducidad llegará tal vez a ser nuestra medida del tiempo como alguna vez la marcaron las horas de los relojes de las iglesias o los juzgados. Cuando era una estudiante la fecha de caducidad de los yogures me marcaba unos límites que excedían casi siempre al de las fechas de los exámenes. Luego marcaron mi despiste vital para los asuntos domésticos, ya que casi siempre ingería mis yogures muy por delante de la fecha que mostraban en su límite. Ahora, cuando veo que cada vez que se me ocurre consultar la fecha de caducidad del yodopolivinilpirrolidonar, o de lo que sea, parece que siempre han transcurrido dos o tres años, no dejo de asombrarme de lo rápido que pasa el tiempo y de lo liviano que resulta.
El viernes me comentaron que hacía más de un año que había fallecido una mujer que conocía de toda la vida. Últimamente la había visto primero con su bastón y luego con sucesivas cuidadoras sudamericanas que la sacaban a la calle y cuidaban de que paseara un poquito y se sentara en los bancos en donde se han apostado los últimos vecinos, los supervivientes de lo que fue hace 50 años mi barrio original. El barrio empezó todo a la vez y todos a la vez (o casi) los descendientes de los primeros habitantes se casaron, se divorciaron o no, y el vecindario de origen fue envejeciendo, se fue mermando dramáticamente y cada año se lleva unos cuantos como si fueran manojos. Como meses atrás estuve muy centrada en el cuidado de mi propia madre, convaleciente de una operación del corazón, me pasó por alto no haberme encontrado con la señora Rosalía. Si al menos hubiera visto a su hermana, que siguiendo el patrón familiar floral, se llama Hortensia, me hubiera preguntado por la difunta, pero no. Es curioso como la mente se puede enfocar casi totalmente en un solo tema y le puedan pasar desapercibidas todas las otras partes de la realidad. Descanse en paz, Rosalía.
Rosalía procedía de Orense o de Lugo y ya era su diálogo bastante surrealista como para que lo acabara de estilizar la senilidad y la insuficiencia cardíaca. Cuanto más debilitada estaba cognitivamente, cuanto más perjudicadas tenía las coronarias, más clara y lúcida era su retranca, más enigmáticos sus aciertos de modesta sorna rural y más locuaces sus lagunas. Llevaba luto desde la muerte de su hija mayor. Falleció hace más de un año y no me había dado cuenta de que ya no estaba en el grupo de los supervivientes. Ojalá nos tomáramos todo con esa precisa ligereza.

Fotografía: Marta Domínguez-Senra

(c)SafeCreative *1705222394645 (2022: 2212172888142)