17.9.17

Cuatrocientas noventa veces

"Le expliqué que no se inventaba dolores, pero que estos dolores no
tenían que ver con una causa objetiva, sino que
eran producto de la memoria generada en su cerebro.
Las causas habían desaparecido,
pero ella seguía cargando el dolor a sus espaldas,
como una pesada mochila".
Jordi Montero, Permiso para quejarse





on la lectura del libro de divulgación de Jordi Montero puede llegarse a la conclusión que los analgésicos y los antiinflamatorios no son el remedio al dolor crónico sin causa objetiva, que es poner parches a un problema más hondo o diferente. Voy por la posición 1154 del libro, pero creo que ya veo -por la mención que se hace a la acupuntura- que no se hará ninguna por ejemplo a la meditación y a la relajación. A pesar de que las dos técnicas se han introducido en clínicas oncológicas norteamericanas y europeas, ya sabemos lo reticentes que son en su gran mayoría los profesionales de la medicina convencional a los saberes que no consideran científicos. Y sin embargo cada vez hay más pruebas de que la meditación y la relajación funcionan borrando memorias. Es así como se suele decir.
El lastre de rencores es una pesada carga tan mucilaginosa como dicen que es el fatberg encontrado en Whitechapel en Londres, grande como dos autobuses de dos pisos. Incluso las personas que demuestran un día sí y el otro también tener la memoria de un pez, son capaces de tener presentes con gran intensidad los agravios que han padecido o creen haber padecido. La venganza contra el daño tiene muchos grados y incluso puede ser tergiversada con reacciones más nobles. La misma palabra "venganza" sugiere razonamientos mal elaborados. La palabra "perdón", que es la que ha venido a relevarla, no sé bien bien a qué corresponde. Es decir, ¿el perdón es lo que se pide o lo que se da? ¿el perdón es solo algo interior y tácito? Para la primera pregunta es muy sugerente lo que ocurre por ejemplo en el inglés con la palabra prestar que según el agente se traduce como lend o como borrow.
Cuando alguien alguna vez me ha pedido perdón me da hasta algo de coraje, y no solamente cuando se plantea con aquella facilidad que nos arrogan los evangelistas a los cristianos. "Hala, te pido perdón y me quedo tan tranquilo y si no me perdonas la culpa es tuya". Sobre todo pienso que nadie es quien para otorgar perdón, a no ser que admitamos que el ego es alguien.  Jesús de Nazaret (Mateo 18, 22) dijo que había que perdonar setenta veces siete. Al parecer el número tiene una explicación de raíz kabalística, basada en el número 490:
"Este número como sabemos es múltiplo de 49 que significa” Elevación espiritual” según la religión judía. Ésta, cuando se refiere a la cuenta de OMER que es la antigua cantidad de medida equivalente a 1.300 grs. Y está referida a 49+1 o sea, a la cantidad de gramos suficiente para agrupar en fardos la cebada a ocupar durante los 50 días en la salida de los judíos de Egipto en ruta al monte Sinaí que en el fondo es un viaje espiritual en busca de la mayor revelación de la verdad. El mismo número se encuentra en el Pentecostés que habla de ascender 49 peldaños hasta la revelación del Sinaí. En resumen el número 49 es sinónimo de pureza espiritual y descender a un grado inferior a 49 es impureza espiritual. Por último acotaremos que de acuerdo a lo leído 7 x 70= 4 +9+0 = 13 que es el valor numérico de las letras de la palabra hebrea AHAVÄ = a Amor, que es el Nº 13. Éste, se refiere al amor no emocional, sino que abarca todo lo creado. Quizás con esto el Mesías estaba hablando del amor incondicional hacia los demás, al igual que al perdón que debe ser elevado e incondicional."
Es decir que la gavilla de las ofrendas es de 49 granos más uno, que dan 50 como los días del éxodo de Egipto. No nos riamos de la numerología porque hay argumentos peores, manidos y sin embargo cargados de prestigio. Perdonar 490 veces también es una manera de dar a entender una generosidad amplia, prácticamente ilimitada. Pero si dejamos aparte los ochenta y seis mil millones de neuronas recreándose en el rencor y el miedo, aún queda el ego maltrecho, la identidad precaria y una consciencia trufada de temores y tinieblas. El rencor es proporcional al ego.
Tal vez si no entendemos la idea genuina del perdón podemos, que es más fácil, cultivar el agradecimiento.

Cerámicas de Joan Gardy Artigas en el patio de la Fundació Miró

Dona II. Joan Gardy Artigas

Dona III. Joan Gardy Artigas

Fotografía de Francesc Cornadó, en su blog, de la Dona I del ceramista Joan Gardy Artigas.

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