15.9.12

Caperucita en Tiffany's. Sabatina

o siempre, pero algunas veces hay que explicarlo todo. Tengo por norma no hacer preguntas, más que las necesarias, y me quedo con lo que la gente tiene a bien decirme o hasta explicarme. Ya le dedicamos un post al tema de Caperucita, los indiscretos, las preguntas sin respuesta y las respuestas sin pregunta, así que iré derecha al grano, que es la fotografía de hoy, tomada esta mañana en el Paseo de Gracia cerca de Tiffany's. 
Por cierto, yo no tengo ni idea de que es lo que vale por un decir un crucifijo en Tiffany's, pero unos números más arriba, en una tienda que era y no sé si sigue siendo de Estefanía de Mónaco, un bolso vintage  como roído valía casi 400 euros. Unos números más abajo un jersey monjil pero de cashemira marcaba unos 500. Por eso una vez que un jefe mío nos preguntó a dos compañeras que cuánto tardaríamos en gastarnos un millón de pesetas (era otra época) yo le repuse, "Depende, en el Paseo de Gracia, un cuarto de hora o hasta menos". 
El fotomontaje de hoy va pues dedicado a la máscara que se puso Audrey Hepburn cuando en "Desayuno con diamantes" (Breakfast at Tiffany's, Blake Edwards, 1961) sale de paseo con George Peppard para hacer por las tiendas de Nueva York diabluras. 
A veces, no siempre, al final de las Ramblas, en la Rambla de Santa Mónica, o en la Pla de la Boqueria, que queda por la de los Estudiantes, había visto lo que se puede ver en la imagen poco más o menos. También en el Paseo de Gracia. Pero o no llevaba la cámara o no estaba su autor. Hoy ha coincidido que yo llevaba la cámara y que estaba el individuo que ven a la izquierda de la instantánea. Mi intención no era sacarlo en la foto pero ha salido y la verdad es que el sujeto a continuación del disparo me siguió y de forma bastante intimidante me dijo que borrara la foto. No sé si hace falta decir que no acepto la intimidación, por lo que rápidamente decidí que no iba a dar mi brazo a torcer, y no lo digo en sentido figurado. Las palabras "mossos" o "guardia urbana" además, son mágicas. Pero, una vez en casa me di cuenta de que la foto quedaba muy afeada por el semblante amenazador del artista (que por cierto no había visto en el momento de disparar) y decidí eliminarlo y hacer un doble tributo a la fotógrafa Inge Morath y, como les digo, a Blake Edwards.
Aunque como también ya he dicho en alguna ocasión la cámara tiene algo de cinegético, no creo que se me ... ¿dispare? ningún género de agresividad cuando la uso, si bien es cierto que cuando apuntamos ponemos en alerta muchos sentidos y algo de lo mucho que perdimos cuando dejamos no hace tanto la caza por la recolección y ya no digamos el terciarismo. Por lo tanto estos asaltos tan hostiles pues a una no le gustan pero que nada, aunque el hecho de haberme criado en la calle hace que no me de a la fuga ni nada que se le parezca. Siempre reacciono y actúo, a pesar de analizar los factores principales, al momento. En este caso, los factores que analicé sobre la marcha pero vertiginosamente fueron: este hombre hace lo que hace en la vía pública y mi cámara es privada, no me puede poner la mano encima en ningún caso, está harto de encontrarse en la misma situación docenas de veces, tal vez se gana la vida haciendo esto, siempre es lo mismo, no sabe hacer otra cosa, ¿es un infeliz?, bueno pero que a mí no me intimida nadie, al carajo. Todo eso pasa no linealmente por la cabeza, sino como si se unieran las piezas de un puzzle y produjeran una respuesta que está bajo los efectos de una cierta tensión y el apremio.

Mera fotografía registrada en SafeCreative *1209152345536

El secreto de que se tenga en pie una estructura reticulada hecha con papel de wáter continuo es que se hace sobre una salida de ventilación muy grande que no sé si en este caso procede del metro, de ADIF o de qué.
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Después me he acordado de Manfred Gnädinger, llamado Man. Era un alemán que se había instalado en Camelle, un pueblecito muy bonito de la mal denominada Costa da Morte. Este hombre llevaba todo el año un taparrabos y estaba allí en el muelle, donde tenía una especie de creaciones que hacía con restos de naufragios y demás que se parecían a aquellos churros que hacen los niños con la arena, que a su vez son como la Sagrada Familia o aquellas piedras de los jardines zen pero más churriguerescas y a mortero, como la folie de Chéval. Por lo que sé queda bien poco o nada del trabajo de Man, porque un temporal se lo llevó de un zarpazo el año 2010.  Murió un mes después del naufragio del Prestige, el año 2002, con todo su terrenito ocupado lleno de chapapote y pichi, y todos pensamos que fue de pena aunque ya era viejo.

Yo conocí a Man muchos años antes y si no recuerdo mal cobraba 50 pesetas a quien se acercaba al pedazo de muelle de que se había apropiado o que estaba ocupando. Yo la verdad es que me resistí y hice el gesto de irme, por lo que él, que hablaba más bien muy poco, me dijo: "Soy un artista". Y yo le dije: "Yo también". Así que me permitió pasar sin pagar pero si no hacía fotos.  Y me hizo hacer un dibujo de su obra, cosa que me resultó muy alemana y contumaz por su parte. Pero aunque soy rebelde también es cierto que no lo soy de manera porfiada y le hice un dibujito que debe estar como todo deshecho por las olas y el tiempo.
Siento el mayor de los respetos por el arte efímero, por los graffitti en especial, que se brindan al paseante sin pasar por taquilla. En este mi blog que es el de ustedes he colgado alguna presentación de muchos y buenos graffitti como el tiburón de Blu o los estarcidos de Marina Maass, de quien tengo un cuadro que compré hace cosa de dos años. También intento colaborar con los musicos callejeros, siempre que consiguen emocionarme, a pesar de que  -como con el artista del rollo de papel de wáter- sospeche que tienen un repertorio muy escaso.
Hace un tiempo grabé con el móvil un afilador que se pregonaba con su flauta de Pan, por si fuera el último que me encontraba. Los gitanos aún pasan, pero sin cabra y con un organillo que creemos que tiene registrada nota por nota el pasodoble y que se trata de un músico fingido. No es que estemos a favor de que exploten a las cabras ni a los macacos ni a nadie, pero está claro que el espectáculo ha quedado muy mermado. Es como lo de la deconstrucción de la tortilla de patatas.


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